Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

El sabio Tomeo

El sabio Tomeo
El sabio Tomeo
EFE

Escribamos cartas, pero hagámoslo con la secreta esperanza de que nuestros destinatarios no entiendan ni una sola palabra de lo que escribimos". El marqués del Castillo de la Carta Cifrada expresaba tamaña recomendación, recubierta de intención, a Bautista, su siervo. ¡Se iba a enterar el conde!

Javier Tomeo, el otro monumento eterno de Quicena junto al Castillo de Montearagón, era autor dado a la economía del lenguaje. Tal es así que la citada obra, que fue transportada a la dramaturgia, no tenía ni un solo punto y aparte en su centenar de páginas, y así atraía al lector hacia la conclusión sin apenas un respiro. Como buen criminólogo, Tomeo, candidato que fue a Nobel, penetraba en el alma de personas y personajes. Tenía otra habilidad: sondear la condición humana a través de la observación de conductas de los animales, léase La Patria de las Hormigas y El Canto de las Tortugas.

Ahora, la Organización Mundial de la Salud nos ha dicho que tiene la leve sospecha de que animales y congelados pueden estar detrás de contagios del bicho que nos aterra. ¡Pobres merluzas y visones! Y, como le conocí, estoy convencido de que Tomeo nos diría que el virus está en la OMS, que quiere que no se entienda nada de lo que dice y por eso a su frente están nombres ilegibles como Tedros Adhanom Ghebreyesus y Soumya Swaminathan. Y, para que todo sea más inaprensible, la institución dirigida por el etíope y la india tiene colgados en su web los presupuestos del 18 y el 19, que ya no son presupuestos sino pospuestos. Y, en éstas, para que nada se comprenda, concluiremos como el marqués que la verdadera narración de mérito no es de lo pretérito, sino de lo que nos va a llegar. Creo.