Milagros de Lourdes
Asumo el riesgo de que, por su profunda religiosidad, Lourdes me suelte esta mañana una severa reprimenda. No es -o sí- de buen gusto banalizar sobre aspecto tan profundo como la aparición de la Virgen a la pastora Bernadette Soubirous. Pero es de justicia, y Dios lo entiende o habré de confesarme, elevar a los altares de nuestra pequeña comunidad los pequeños milagros -microscópicos si es el caso, como esgrime el libro de Juan Jacinto Muñoz- que mejoran la vida del prójimo en este valle de lágrimas.
Lourdes, a la que entrevistó magistralmente Mercedes Manterola ayer, ha alcanzado la cima de la dimensión humana con la forma de ser que nos fascina a quienes la conocemos. Es un modelo, un ejemplo, un espejo.
Obró el pequeño gran milagro del perdón a quien tanto daño hizo a su familia. Ya en edad de júbilo, huyó de la aversión al riesgo para emprender por el servicio a los demás, y alumbró con luz de verdad su Kid"s Garden, el bilingüismo como herramienta para ilustrar en su torre de babel ordenada los valores del humanismo y de la cultura cristiana a niños dotados para la reflexión y la cooperación.
Lourdes, en sus entornos (familiar, laboral, su Foro), predica alto en voz baja. Y practica firme con generosidad y empatía. Propagandista de la educación, fe profunda en Dios y en el género humano, quizás sea el único ser sobre el planeta inaccesible a la negatividad de los 50.000 pensamientos que nos rondan al día (Florencia Andrés en "Renuévate con confianza total"). Al contrario, como apologista del amor, aplaude sin cesar, anima y acaricia con su palabra y su sonrisa a todos. Una inyección de vida diaria. El pequeño milagro de una gran mujer.