Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La caza esencial

Aragón ha declarado la caza como actividad esencial para aquellas especies cinegéticas cuya sobrepoblación está causando daños agrícolas, de modo que los practicantes de esta actividad que estén sometidos por su residencia a confinamiento perimetral tendrán acceso a los espacios naturales habilitados a tal efecto con el justificante de que acuden a la captura de animales incursos en este concepto.

Más allá de incorrecciones o faltas a las que está sometido todo colectivo, el cazador auténtico es una persona -sin entrar en el carácter deportivo o no de esta disciplina- a la que interesa sobremanera el equilibrio del ecosistema y, de hecho, lo cuida porque en el cuidado de la naturaleza y de las especies se halla la garantía de futuro de una afición que es verdadera pasión, en la que confluye no sólo el pegar tiros a diestro y siniestro -de hecho, no es lo sustantivo-, sino el contacto con el entorno, la estrecha relación con los perros, el intercambio social con los compañeros de las partidas y, por qué no, hasta el disfrute gastronómico después de una jornada intensa.

Pero es que, además, tanto los organismos que los regulan (los institucionales, los federativos y los sociales en los que confluyen) como los cazadores individualmente, tienen una conciencia firme de que la sostenibilidad es una virtud en sí, un valor intrínseco que trasciende el interés o la convivencia.

Ahora, los ejercientes de lo que personalidades como Delibes han calificado como arte tienen la alta misión de producir una limpieza importante de animales cuya súper población amenaza los cultivos e incluso invade los espacios urbanos. En sus manos estará el retorno a una densidad idónea en los escenarios naturales, en un servicio que no sólo hay que distinguir, sino apreciar.