Opinión
Por
  • MARÍA PILAR CLIMENTE

Ya ha llegado el alba

El silencio es sepulcral. Sólo se oye el zumbido de la nevera y las noticias de la televisión. Se alejan las sombras negras y orgullosas. El miedo al virus va aumentando mientras abres las ventanas y entra el aire puro y cortante de la "subida" o "amanecer" opaco y silencioso. Digo opaco porque se ve tu calle o el rincón de la luna menguante, como una luz creciendo en la orilla de una playa solitaria o la luz pegada al cristal que marque el paso del amanecer lánguido o hacia el despertar del valle del silencio de ultratumba, y cogiendo tu espalda húmeda y triste, ya que te ha tocado "tirarte a la fea foca", en vez de conseguir a la venus o un adonis musculoso, pero de tacto de plástico.

La mujer se despierta y se observa curiosa y enfadada por verse desmelenada. Arreglada vales algo, te ves interesante, mimada, caprichosa. Posees todo el mundo cubierto de oro, peluquería fija todas las semanas, maquillada como una orangutana. Os gastáis miles de euros de vuestros padres de algún trabajillo de dependienta. Siempre vais en grupo y, cuando vais al centro de moda, a un líder, famoso, deportista o compañero de estudios o trabajo, os pegáis como lapas, sacáis las antenas al sol y termináis con la ropa interior en el suelo y soñando con otro igual que este para la próxima semana. ¡Viva la libertad sexual!