Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La institución y la persona

La institución y la persona
La institución y la persona

El argumentario de los partidos políticos, ese conjunto de consignas y frases hechas que sus miembros repiten como loros cuando se les pregunta algo, sirve, eso sí, para diferenciar a unos partidos de otros, pero últimamente se ha dado el caso de que un mismo argumentario sirve para casi todos.

Se trata del referido a los escándalos de Juan Carlos I en relación a la Monarquía que representó durante cuarenta años: "Una cosa es la institución y otra la persona", reza el aforismo que se oye repetir sin variación alguna tanto en Vox, como en el PP, como en Ciudadanos, como en el PSOE, como de labios de sus respectivos portavoces mediáticos.

En vísperas de la alocución navideña del rey joven, unos y otros cruzan apuestas sobre lo que dirá o no dirá de los ilícitos de su padre, el rey mayor, pero con ello tratan también de darle ideas, particularmente desde las tertulias de la radio y de la televisión. De entre ellas sobresale esa idea-fuerza de que una cosa es la persona y otra la institución, que se repite machaconamente para que el monarca se agarre a ella con toda la fuerza que adjudican a semejante idea y deje bien sentado que ni él, ni la institución que encarna, sí, que encarna, tienen nada que ver con las comisiones, las andanzas, los regalitos, las "liaisons dangereuses" y las defraudaciones a Hacienda que se atribuyen, no sin fundamento, a su progenitor.

Sin embargo, pese a la fe extrema que el nutrido y transversal mundillo neocortesano profesa a esa idea-fuerza, a su potencia incontestable, no se le oculta que esa idea tan cachas, tan mazada como se dice ahora, tiene los pies de barro, pues de todos es sabido que en una monarquía la institución es precisamente la persona. Porque, ¿qué otra cosa es, si no? La persona y su familia. Y luego, claro, todo cuanto su manto de armiño acoge o esconde, lo absolutista o lo parlamentario, lo constitucional o el capricho regio, la mera figuración ritual y ornamental o la capacidad decisoria, aunque siempre, y por ahí bala la madre del cordero, en lo nebuloso, en la opacidad, en su intangibilidad y en su irresponsabilidad ante la ley.

Algo tendrá que decir, ciertamente, Felipe VI en su mensaje navideño, que siempre cae, por cierto, en medio de la cena de Nochebuena, produciendo un cierto caos en el orden de las viandas y en los niños, que no se callan. Algo dirá el hombre, pero no debería confiar exageradamente en la fuerza de esa idea-fuerza.