Opinión
Por
  • MAR SÁNCHEZ RAMOS

La lentitud

La lentitud, frente al ritmo frenético que nos impone la globalizada sociedad actual, puede ser una excelente alternativa de vida.

Porque, pese a estar menos valorada que la rapidez, hacer las cosas más lentamente que lo normal, absolutamente nada tiene que ver con la ineficacia, sino con el equilibrio.

Cierto es que -principalmente- a partir de la llegada de internet a nuestras vidas, una parte de la ciudadanía apenas puede permitirse el lujo de poder paladear el inexorable paso del tiempo, debido a los innumerables objetivos que se marca en su agenda diaria.

Por eso, sería oportuno que alguien pudiera recordarles algo tan sabido como importante de que los ritmos biológicos del ser humano son lentos y no están preparados para vivir a mil revoluciones, pues -más pronto que tarde- esa velocidad excesiva acaba afectando a su salud.

Y es que, tal como sucede en la famosa fábula de la liebre rápida y la tortuga lenta donde Esopo nos enseñaba magistralmente que la rapidez no siempre es lo mejor, el virus de la epidemia mundial de la prisa -entre otras- dificulta la digestión, aumenta errores, presiones y exigencias, incrementa la violencia así como debilita ¡ojo! nuestro mundo emocional y calidad de vida.

No por mucho correr, amanece más temprano.