Opinión
Por
  • ADOLFO COSTAS GASCÓN

Mis queridos Reyes Magos

Celebramos las entrañables fiestas de Navidad, y como colofón de éstas, la añorada y encantadora noche de Reyes. Una fecha que por muchos competidores que le hayan salido (Papa Noel), sus excelsas majestades de oriente, siguen siendo los principales protagonistas de la ilusión de los niños. Estos días, son motivo para todos, de recuerdos y añoranzas del pasado. A mí personalmente, me llama poderosamente la atención el desasosiego y confusión que le puede producir a las actuales generaciones, el hecho de que, con un mes de antelación, los escaparates y centros comerciales estén llenos de juguetes y que en los medios de comunicación, se repitan todo tipo de anuncios sugiriendo regalos de todas clases. Pues bien, ante este panorama, recobra más actualidad que nunca una reflexión que, en la lontananza del tiempo, por aquellas tierras oscenses donde trascurrió mi infancia, me hacía siempre en víspera de esta noche mágica: ¿cómo habrán podido los Reyes, en una misma noche, traer juguetes a todos los niños del pueblo (Castejón de Monegros) si en las tiendas no se ve ninguno Pues bien, es ahora, y a la vista de las grandes facilidades que tienen los actuales Reyes Magos, cuando, como si de una reencarnación infantil se tratara, me doy respuesta a tan ingenua pregunta: "porque sin duda eran magos, así, como si de un encantamiento se tratara y a pesar de las penurias económicas de ese tiempo, aparecían y colmaban todas nuestras ilusiones infantiles". ¡Ojalá! que, a pesar de los cambios de nuestra sociedad, cada vez más materializada y deshumanizada, por el bien de nuestros hijos y nietos, nunca perdamos este espíritu navideño.