Opinión
Por
  • RAMÓN RALLUY

Pasar la pelota

¿Para qué sirve la España de las autonomías? Siempre habíamos creído que se habían instaurado para acercar los servicios al ciudadano, que seríamos mejor gobernados, que habría más agilidad en la burocracia; pero la decepción, nos sobrepasa. El pase de pelota entre gobierno y comunidades, con motivo de la gestión del coronavirus y ahora con las vacunas es patética. El desorden, cuando no la confrontación, desconcierta al más despreocupado ciudadano. No hay parangón en la reciente historia de España, el desconcierto parece indicar que estamos mal gobernados, que no hay responsabilidad aceptada y nadie quiere perder en esta macro batalla ideológica, cuando lo acuciante es luchar todos contra un invasor mortalmente asesino.

Comprendemos y empatizamos con el sector de la medicina, lo duro que lo están pasando y lamentamos profundamente el terrible precio que han pagado, con tantas vidas por el ejercicio de su profesión, pero lo que no llegamos a comprender, ahora que empezamos a tener armas para combatir al enemigo, que las dejemos sin usar esperando más ataques con una tranquilidad pasmosa y para colmo no valorar las ofertas de los militares, presentándose como colaboradores activos.

Como ejemplo destacar, según afirmaciones de los medios, que hay cerca de siete mil sanitarios, militares cualificados, que buena parte de ellos están dispuestos y disponibles a colaborar, solo dándoles luz verde.

Este tema no es una crítica destructiva, ni mucho menos intencionada, es realismo constructivo, es considerar la prioridad de las actuaciones, es comprender que, si la pandemia la erradicamos cuanto antes, más pronto reactivaremos la economía, pero si no usamos de nuestra psique discutiendo sobre la prioridad de economía o salud tendremos problemas para rato. Si no hay salud no hay economía porque del que se va, no esperemos ningún proyecto de él.

La economía hay que sostenerla, qué duda cabe y se debe de sostener al igual que al sufrido ciudadano, con su limitación en sus ingresos familiares. Hay que procurar que no paguen siempre los mismos, los efectos de los desastres naturales, y otros imprevistos, que la vida nos depara y sobre todo y pidiéndolo como una súplica, recordar a los que pasan olímpicamente del acuciante problema, que sean solidarios que protejan al prójimo que eviten más contagios, que recapaciten que ellos también son vulnerables y que el caos no nos puede invadir... solo la esperanza y el compromiso general, nos pueden salvar.