Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

Mentalidades urbanitas, a la brava

La propagación del virus, además de en residencias de personas mayores, fue en buena parte el resultado de la urbanización masiva. Tal cual es la contaminación atmosférica, culpable también de muchos fallecimientos. La pandemia ha recordado lo valiosa que puede ser una administración capaz de tomar costosas decisiones ante ella. En el caso del Gobierno de Aragón, cuya gestión considero globalmente positiva, se han tomado estas semanas, sin embargo, dos decisiones relativas a la pandemia que considero equivocadas. La primera, poco trascendente si no fuera por la tendencia que revela, ha sido generalizar el cierre de centros escolares en todo Aragón durante dos días. Mientras, el Ayuntamiento de Zaragoza decidió mantener abiertas sus aulas infantiles, tres alcaldes del Valle de Tena declararon que en su valle "estas situaciones son habituales en invierno y nunca nuestros hijos se habían quedado sin clase. Los accesos están limpios y profesores y alumnos podrían acceder al colegio sin problemas, por lo que no entendemos que la medida sea vigente en todo Aragón". Confinar a los alumnos puede complicar la vida a sus familias, aunque en este caso y por la otra medida, tuviesen esos días libres, con las estaciones de Formigal y Panticosa, donde más ha invertido el Gobierno de Aragón, cerradas.

La segunda medida, de graves repercusiones, supone lo que muestra una pancarta exhibida estos días: "Si Aragón no abre el Pirineo se cierra". La decisión de mantener el confinamiento entre provincias ha servido para dejar claro el desconocimiento de los problemas específicos de las comarcas pirenaicas y turolenses. Limitar la presencia a visitantes provinciales en lo mejor de la temporada de esquí es tanto como si un presidente levantino hubiese decidido hacerlo en agosto en su comunidad. En diciembre, Huesca lideró el aumento del paro con un 40% anual más, Teruel, un 31% y Zaragoza, un 24%, pero en el Pirineo hubo un 90% más de parados. El confinamiento provincial todo enero reduciría un 80% los ingresos de la temporada. Una decisión para la que, por la magnitud del perjuicio y sus consecuencias, no hay suficientes compensaciones posibles.

En Aragón la decisión es significativamente trascendente y negativa para las estaciones invernales, pero también para la ciudad de Zaragoza. En las primeras por razones económicas obvias, y en el segundo por contribuir al "amontonamiento" ciudadano sin la válvula de escape de los que podrían haber salido a disfrutar de la naturaleza. La pandemia se disparó en Aragón hace unos días con 683 positivos. 624 de ellos entre las tres capitales de provincia, Fraga, Alcañiz, Ejea y Utebo, cabeceras comarcales con poblaciones importantes. En el Sobrarbe y el Matarraña no hubo ningún afectado y los 59 restantes se repartieron en las demás comarcas.

Aragón tiene casi 200.000 habitantes menos que Murcia y pocos centenares más que Asturias. ¿Tan grave es que los visitantes de Zaragoza -y provincia-, similares en número a los de esas comunidades, y muchos con segundas residencias, puedan trasladarse a ellas Repartidos entre todas las estaciones de esquí y sin viajeros de otras comunidades, el riesgo de concentración no existiría y el apresquí podría controlarse con menos medios que los necesarios para hacerlo en Zaragoza.

Vicente Guillén, turolense y portavoz socialista en las Cortes de Aragón, ha criticado a los que cuestionan el desarrollo en la montaña: "Defender la montaña desde Zaragoza y no dar alternativas a los habitantes de los valles es lo más demagógico y territorialmente insolidario que he escuchado". Y, momentos antes de enviar este escrito, leo uno de Ángel Cristóbal Montes en el opina que "no debe perderse el sentido de las proporciones y el criterio de que prohibiciones exteriores, las justas".

¿Sostenella y no enmendalla?