Opinión
Por
  • JOSÉ MARÍA SAMPER

Recordando a don Aurelio Biarge

Con mi bisoña juventud, circunstancialmente salí elegido el primer edil del modesto municipio "Las Peñas de Riglos" en la primera etapa democrática más reciente de nuestro país. No conocía, ni de lejos, lo que eran las entrañas de un Ayuntamiento. La situación económica recibida era caótica. Se preveía no hacer nada en toda la legislatura. Hubo dimisiones de concejales electos.

Así las cosas, opté por explayarme con sinceridad ante mis superiores de entes como Diputación Provincial, Gobierno Civil y demás, donde noté y recibí buenas disposiciones y consejos de apoyo. Eso me dio ánimos para no "arrojar la toalla" y, por duro que pareciera, cumplir con los cuatro años para los que habíamos sido elegidos.

Para mí, aquella Diputación presidida por don Aurelio Biarge López nos dio la luz de la esperanza para no caer en el desánimo. A don Aurelio y su señora, creo que les gustaban las excursiones por estos pueblecitos de montaña, que seguramente conocían mejor que yo, por lo que eran conscientes de que nuestras demandas no carecían de fundamento. Gracias al buen hacer de aquella Diputación y el acierto de contar con un administrativo local de plena confianza, aquel grupo de concejales salimos airosos terminando felizmente la legislatura 1979/1983.

Los diez núcleos que lo componen, de más a menos, se vieron beneficiados de aquellas concesiones. Por ejemplo, a Rasal le llegó el tendido eléctrico, abrir el paso hacía Arguis; a Ena y Centenero se les asfaltaron los accesos, aguas y alcantarillados; tendidos de líneas para teléfonos públicos (no había móviles); varias instalaciones de alumbrados; reunificación de los pueblos en el mismo partido médico y diversas mejoras más.

Doy gracias a aquellos diputados para los que creo que prevalecían las necesidades sobre los colores.

Y ¡gracias eternas!