Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Agresivos y petardos

Agresivos y petardos
Agresivos y petardos
EFE

Yo, la verdad, ante la vista de un vendedor agresivo, ante el anuncio de una campaña agresiva, ante la convocatoria de unas instituciones agresivas, estoy dispuesto a telefonear a la comisaría más próxima". El Dardo en la Palabra de Fernando Lázaro Carreter fue a finales de siglo una herramienta ineludible para el periodismo y para todo profesional que viva del lenguaje. No ha envejecido en la esencia esta obra maestra de quien fuera director de la RAE, que orientó a combatir la ignorancia y la desidia porque, si el idioma "se nos rompe, todos quedaremos rotos y sin la fuerza que algún día podemos tener juntos". Camino llevamos.

Hablo con un amigo de un colega común que se autodefine como "periodista agresivo". Y pienso que hay que llevarlo a la comisaría imaginaria de los delitos contra el lenguaje. Bien es cierto que la RAE ha admitido, en sus últimas acepciones, el sentido de la "angroparla" que rasga los aplicados por nuestros grandes literatos. Lázaro Carreter desnuda con una colección de sinónimos (ofensores, mortificantes, atacantes, estridentes, hirientes...) la estulta presuntuosidad de vendedores, publicitarios, comunicadores y otros perfiles que, por su inepcia para la reflexión, se cuelgan la metafórica acreditación de agresivos como si tal condición resultara "guay". Kapuscinski los despellejaría.

En realidad, lectores, oyentes y telespectadores, su pretensión es convertirles a ustedes en un rebaño acrítico, despreciando la capacidad intelectiva que, por el hecho de estar leyendo este diario, rebasa enormemente la del redicho cuya fanfarronería es inversamente proporcional a su intelecto y su ética. Huyan de los agresivos. Sólo hacen mal y son "petardos que ponemos en los cimientos del idioma".