Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

Buen señor, buen pueblo

Buen señor, buen pueblo
Buen señor, buen pueblo
G.A.

La historia por sí misma no explica nunca a una comunidad, no define nunca los perfiles de un Estado, no define nunca los perfiles de un país, ni mucho menos determina en exclusividad el presente y el futuro de ese país, pero las sociedades que prescinden del nutriente ético, cultural y moral que aporta la historia a la hora de pensarse a sí mismas, y a la hora de proyectarse hacia el futuro, se equivocan rotundamente". Es el preludio de, quizás, el mejor discurso que he escuchado de un servidor de lo público. El 24 de junio de 2018, pronunciado y escrito de su puño y letra por Javier Lambán. Reinhumación de los restos del Linaje Real del Panteón medieval que acoge a Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I. El escenario, San Juan de la Peña, "hierofánico" y telúrico como definió el presidente por la capacidad de sumergir a las personas en lo más sagrado y en las raíces de la tierra.

La reivindicación de Aragón como nacionalidad histórica a través de su patrimonio pretérito, del legado cultural, de la herencia de la vía de la verdad sin exageraciones ni tergiversaciones, entroncó al presidente de nuestra comunidad -sentido estricto, no sólo jurídico- en el hilo del tiempo que hemos tejido desde el siglo XI hasta la eternidad. Aseguró Javier Lambán aquella mañana -bendecida por nubes de grandes proezas épicas- que, de aquel pulmón de gigante del siglo XI, brota la respiración de gigante que se oirá con fuerza desde toda Europa.

Este lunes, con la solidez argumental de un baluarte intelectual, anunció con entereza su enfermedad y, sin reblar, asumió su compromiso elevado a categoría de promesa. Cumplirá por su imprescindibilidad y por la justicia poética ejeana. Buen señor para buen pueblo. Va mi oración por usted.