Opinión
Por
  • Miguel Ángel Fustero Aguirre

La necesaria revolución pacífica

ambiente tiendas y bares
Ambiente en las calles de Huesca.
Pablo Segura

Observo con mucha preocupación la evolución de nuestro planeta. No se trata de ser más o menos pesimista, pero creo decir bien si afirmo que el desorden es generalizado. Por supuesto que se han producido avances a lo largo de los tiempos, pero no es el ser humano y el derecho a una vida digna, la posibilidad cierta de ser feliz, lo que protagoniza todos esos avances. El poder sin límites, la avaricia, el egoísmo criminal, la maldad del dinero mal utilizado, un injusto reparto de la riqueza, … lo presiden todo. Y siendo esto muy preocupante, para mí, aún lo es más la falta de respuesta colectiva e individual.

Algunos ejemplos de lo que digo son:

Estamos inmersos en una crisis sanitaria mundial, una pandemia que siega vidas de seres humanos todos los días, a veces pienso que ocurre como si esta fuera una forma de exterminar a miles y miles de personas que ya le sobran al sistema. Una crisis que no se sabe cuándo ni cómo acabará, una crisis que está devastando sectores productivos enteros, negocios de todo tipo, familias, … y que me temo no ha hecho más que empezar en esta parte. Crisis también social que agudiza los desequilibrios de todo tipo, las injusticias sociales, porque pese a morir miles de personas, cada día unos pocos son más poderosos y también los hay que están forrándose a costa de vidas, sin el menor pudor ni conciencia, porque el dinero no tiene entrañas.

Todo esto en medio de una crisis cultural, de valores, sistémica, que el coronavirus ha venido a agudizar, pero que ya veníamos padeciendo desde hace mucho tiempo sin que nadie pusiera freno. España es un ejemplo de todo esto.

No querría verlo así, pero no veo un futuro esperanzador. No aprecio hojas de ruta ni tan siquiera voluntad de cambio. Nadie quiere hacer una reflexión profunda y autocrítica para tratar de buscar salidas. El compromiso es más bien escaso, tampoco hay brújulas ni capitanes con la mirada clara que orienten el rumbo a seguir.

El egoísmo, el poder, los intereses, el dinero mal utilizado y distribuido lo pueden todo. El ser humano, la vida, ser feliz, los que debieran ser los bienes más preciados, se edulcoran, prostituyen, manipulan falsamente, para que cada día sea todo más complicado para una inmensa mayoría.

¿Qué hacer?. No hay recetas mágicas, pero quizá conviniera empezar a plantear alternativas.

Pienso que es cada vez más imprescindible una revolución pacífica. Un punto de inflexión, un cambio en toda regla. Hay que desterrar de nuestro vocabulario el “no se puede hacer nada” o preguntarse una vez arrojada la toalla “¿Qué vas a hacer?”. Si esas frases hubieran marcado la historia, nada se hubiera conseguido jamás.

Aunque parezca romántico, es imprescindible para esa revolución pacífica hablar de valores y de compromiso.

Valores como: generosidad, gratitud, altruismo, sensibilidad, respeto a la diferencia, sinceridad, empatía, saber escuchar, ser tolerantes, aprender a ceder de nuestra posición para conseguir un bien mayor, sumar, arrimar el hombro, ir codo a codo cuando vienen mal dadas, colaborar, ayudar a quien lo necesita, creer en lo que se hace, ser humilde, responsable, íntegro, honrado, pensar menos en nosotros mismos y más en los demás, …. Y esto claro está, unido al compromiso, primero individual y después colectivo.

No, no creo que sea ingenuidad, buenas intenciones, pienso que no nos queda otra, sino queremos ser cada día menos felices y autodestruirnos por una miserable escala de valores que solo tiene una prioridad, el dinero y el poder, aunque sea acabando con nuestras propias vidas.

Sí, estoy convencido que debemos desterrar para siempre el egoísmo, que hemos de ser responsables y coherentes, individual y colectivamente, que debemos interrogarnos sobre el futuro que vamos a dejar a los que vienen detrás. ¿Tan difícil es?.

Personalmente creo que no. Se puede ser feliz no pensando únicamente en nosotros mismos.

Se puede ser feliz dándolo todo por los demás, por quienes más lo necesitan. Se puede ser feliz aportando lo mejor de cada uno para construir una sociedad mejor

Se puede ser feliz haciendo y disfrutando de la felicidad de los demás.

Os invito a esta reflexión.