Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Definir la movilidad con la vista en el futuro

Comunicación por ferrocarril en Huesca.
Comunicación por ferrocarril en Huesca.
Pablo Segura

CABEN pocas dudas de que en España somos cortoplacistas. No somos buenos en la planificación. En cuanto conseguimos un éxito, aunque sea parcial, creemos que la guerra está ganada. Estamos encantados de conocernos. El país con mayor número de kilómetros de autovía de Europa. La mayor red de Alta Velocidad ferroviaria. Aeropuertos sin fin. Y lo envolvemos en el relato atractivo de la movilidad sostenible, los objetivos de desarrollo del milenio y la Agenda 2030. Y lo barnizamos con el reto demográfico... Pero la cita evangélica nos indica el camino: por sus obras los conoceréis. Los servicios del tren son la clave -aseguran nuestros próceres- para una movilidad medioambientalmente óptima, y de paso se entregan al frentismo depreciando el transporte por carretera. Pero, en la hora de demostrar la congruencia, las buenas comunicaciones se circunscriben a las grandes capitales que, como las tienen, son elegidas por las empresas ostentosas para instalarse por la ventaja representativa que representan las infraestructuras que acortan los tiempos. Y, como es barato, el discurso se concentra en no sabemos cuántas “G” para las tecnologías en el medio rural -es la única autopista a la que aspira-, a la par que se reducen las opciones ferroviarias al clausurar estaciones y frecuencias, con lo que caen sus atractivos para inversores y para residentes.

Se agrega a este panorama la deficiente financiación de comunidades autónomas como la aragonesa en la que se contempla más el débil censo demográfico que las vastas extensiones, con lo que mantener el apoyo a las frecuencias y las estaciones intermedias, las vertebradoras del territorio, es inviable. Y Madrid silba, Zaragoza silba y a las comarcas les chirrían los oídos y les invade el pesimismo ante su futuro.