Opinión
Por
  • Javier García Antón

El buen pastor

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Ángel Pérez, obispo de Barbastro-Monzón
D.A.

El buen pastor acompaña a sus ovejas. Establece con ellas un compromiso de lealtad porque es consciente de que sus vidas están en sus manos. Las conduce por las mejores veredas, evita los riesgos, elude los precipicios y busca los apriscos para que no queden a la intemperie. Esquiva los depredadores consciente de que en su naturaleza está hallar la comida por otros derroteros. Las esquila cuando es menester y las cobija frente a los rigores del clima. Y conoce perfectamente cuáles son los parámetros en los que se enmarca su dignidad.

Don Ángel Pérez, obispo de Barbastro-Monzón, es un gran pastor. Tan adaptado a los tiempos -en esa habilidad adaptativa obtiene los mejores rendimientos el rabadán- que, en su tarea, usa los enseres de la comunicación como el wasap, que es su perro guía para reunir al rebaño de fieles. Tan enternecedores son sus mensajes como sus gestos. Por sus obras le conoceréis. En la virtud de los valores eternos y las herramientas de vanguardia, incluso podríamos considerarle un “coach”. Nos acompaña, nos ayuda a potenciar nuestras seguridades y a espantar nuestros miedos. En ese camino, nos tornamos más trascendentes.

En términos del vulgo, podríamos considerar que ahora es su gran momento, el de los laureles para vanagloriarse del triunfo en la justicia. Leí una vez que nada sienta tan bien en la frente del vencedor como una corona de modestia. Y, mientras todos celebrábamos con alborozo el éxito de la vuelta de los últimos bienes, él cultivaba su espiritualidad en un retiro. E insistía en que el suyo ha sido un servicio al pueblo. No hay hoguera de vanidades que subyugue a don Ángel Pérez. Por eso es querido, admirado y seguido. El mejor pastor. Si nos falta el amor, nada nos sirve.