Dimensionar la temporada frutícola

ROMPIÓ tanto la temporada frutícola última los esquemas de todos que sería imperdonable que la venidera provocara tantos quebrantos en la salud y la seguridad como la precedente. En esta carrera contra el coronavirus, una visión conformista inspirada desde multitud de instituciones y foros ha sellado la expresión de que los errores proceden del desconocimiento sobre la evolución y las reacciones del virus. Y, siendo que no es irreal tal afirmación, tampoco lo es que la lucha contra sus diferentes consecuencias es manifiestamente mejorable hasta el punto de que ha puesto en evidencia las no pocas quiebras que tienen distintos sistemas que, en nuestra autocomplacencia, considerábamos infalibles.

En Aragón, con nuestros defectos y errores, se ha apreciado una mayor coherencia que en otras comunidades y, sobre todo, que en el ejecutivo central. Una muestra es la transversalidad para afrontar el problema de los temporeros que el pasado año repercutió hasta el punto de que se identificó como una de las variantes la procedente de tierras aragonesas. Ayer, una buena parte de las consejerías del Gobierno confluyó con las administraciones locales y comarcales para una prevención lo más eficaz posible y la planificación de las respuestas a todas las vicisitudes que vayan surgiendo. El consejero Olona dejó claro que es importante dimensionar los contingentes necesarios, no más allá en principio de las 15.000 personas, para un buen control. Y, además, se están estudiando todas las medidas para las mejores condiciones en el transporte, en los alojamientos y en el régimen laboral, de forma que a la legalidad se sume la dignidad en el desarrollo de los trabajos en los campos. Aprendidos los errores del pasado, el rigor y la integridad serán los mejores instrumentos para este importante sector de nuestra economía.