Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

Lección de historia belga para Arrimadas

Inés Arrimadas, en el Congreso
Inés Arrimadas, en el Congreso
EP

Hay un momento especialmente dramático en la historia de Bélgica que me ha inspirado para hacer un paralelismo con lo que le está pasando a Ciudadanos como partido político y que demuestra que no hay nada más complicado que intentar sobrevivir en una guerra si estás en medio del campo de batalla. El actual Reino de Bélgica nació en 1830, como una escisión de Holanda (¡qué pesadez con esta moda de llamar a Holanda Países Bajos como si una cosa y otra no significasen lo mismo, tierra baja!) y fue reconocido por las potencias europeas a cambio de que se declarase un país neutral, cosa que los belgas aceptaron. En 1914 la I guerra mundial era esencialmente un pulso entre Alemania y Francia. Y Alemania tenía un plan para aplastar a Francia en unos meses aunque para ello necesitaba que Bélgica dejase pasar a sus tropas por su territorio. La situación era perversa para los belgas proclamados neutrales: si accedían a la petición de Alemania y esta ganaba la guerra, se convertirían en un satélite del vencedor. Y si a pesar de esta maniobra Francia acababa ganando la confrontación, su venganza sería terrible. Es decir, que para defender su independencia y su condición de país neutral los belgas se vieron obligados a ir a la guerra contra Alemania. Eso provocó daños terribles para el país, porque los militares alemanes no se lo tomaron muy bien, y además hizo que la guerra durase mucho más tiempo, hasta que Alemania fue derrotada. Y al final de todo Bélgica tuvo que dejar de ser un país neutral y de la mano de Francia y el Reino Unido encajó en la alianza de las democracias occidentales, donde está todavía.

La diferencia con Ciudadanos es que no entendió nunca que si quería ser un partido bisagra tendría que defender siempre su neutralidad, cosa muy complicada cuando estás metido en una confrontación en la que se supone que no participas porque tarde o temprano te obliga a tomar las armas también. A mi madre, Quinita Gabás, le pasó algo parecido en Castejón de Sos en las primeras elecciones municipales de la democracia (o una de las primeras, no recuerdo). Le animaron a que se presentase como independiente, accedió de buena fe y fue elegida concejal. El problema era que su presencia en el panorama electoral de un pueblo pequeño dejó un empate a concejales entre la UCD de entonces y el PSOE, dos para cada uno creo que eran entonces, de modo que ella, que hacía más o menos el papel de lo que hoy es Ciudadanos, fue quien tuvo que elegir a quién le daba la alcaldía (y a quien se la negaba), es decir, tuvo que mojarse que es precisamente lo que ella quería evitar, tan conciliadora como era. Nunca más volvió a presentarse.

Tal vez Albert Rivera entendió este fenómeno cuando decidió pegar un cañonazo por elevación con la idea de intentar sustituir al Partido Popular en el polo del centro derecha, pero es evidente que no le salió bien y después, por seguir con el ejemplo belga, optó por dejar pasar a las “tropas” populares porque entendió seguramente que el “ejército” de Pedro Sánchez y sus aliados nacionalistas, independentistas, herederos de ETA y demás, había tomado un camino incompatible con su ideología constitucionalista y no le dejaba otra opción. Eso le hizo perder en las siguientes elecciones a todos los votantes que había cosechado entre los socialistas desencantados, felices de regresar a la órbita del poder que siempre es más atractiva que la de los principios. Y ahí se acabó su periplo en política. Su sucesora, Inés Arrimadas, mantuvo al principio esa posición que si bien no era cómoda para lo que quedaba de su partido, era mejor que lo que ha hecho después, el principal error de su vida, al decidir que dejaba también pasar a las divisiones socialistas por su territorio, lo que ha tenido como consecuencia que la línea de las trincheras se haya movido al centro si, pero al centro de Ciudadanos. Según las encuestas, en las elecciones a la Comunidad de Madrid va a perder a todos los antiguos votantes populares que se habían pasado al naranja. El suyo ya es un partido partido en dos, valga la redundancia, destinado a disolverse y evaporarse porque el panorama político que se ha creado ahora en España después de la celebrada desaparición del bipartidismo resulta que está más polarizado que nunca y entre los dos polos no cabe ni un alfiler.

En defensa de Arrimadas hay que reconocer que de todos modos a la larga el efecto habría sido el mismo si se hubiera quedado quieta en esa posición vinculada al centro derecha, porque como bien entendió el entonces Rey de los belgas, Alberto I, cuando te ves mezclado en una guerra entre dos que son más grandes que tu, acabarás comido por unos o por otros, o por ambos. Ciudadanos me pareció en sus inicios un partido elegante por su defensa de la Constitución y porque pensaba que hubiera sido una bonita revancha histórica que un partido anti nacionalista nacido en Barcelona hubiera podido convertirse en el sustituto de las convergencias y los peneuves para completar la mayoría en el Congreso. Pero para eso Ciudadanos tenía que haber conquistado el electorado de los nacionalistas, no disminuir los del PP y PSOE, a los que ha hecho aún más débiles y con ello ha fragilizado al sistema constitucional mismo, que es lo contrario de lo que decía querer lograr. Espero que el entierro sea breve