Opinión
Por
  • Javier García Antón

El miedo y la alarma

salud pirineos vacunacion 24 - 3 - 21 foto pablo segura[[[DDA FOTOGRAFOS]]]
La vacunación, a ritmo exasperentemente lento.
Pablo Segura

MI finde ha sido de catilinarias. El cónsul Marco Tulio Cicerón, reforzado tras ver de cerca la muerte a manos del sedicioso Lucio Sergio Catilina, exhibe todo su arsenal oratorio (por algo Quintiliano dijo que Cicerón no es el nombre de un hombre, sino de la elocuencia) para convencer hábilmente al senado en el Júpiter Estátor de que hay que desterrar a su enemigo por ser el de Roma. Utiliza el recurso del miedo con sutileza y rotundidad para mostrarse no sólo clemente, sino dado “a la misericordia a la que no eres acreedor”.

Un grupo de expertos reconocía ayer en un artículo que el discurso de la alarma y del miedo no son ya eficaces para combatir la pandemia. Ya lo escribió Naguib Mahfuz: “El miedo no impide la muerte, el miedo evita la vida”. 380 días después de que nos recluyéramos en nuestras casas, nueve meses tras la declaración institucional solemne de que el virus había sido vencido, 93 después de la escenificación de la primera vacuna, con menos de un 10 % de población con una dosis y apenas un 5% inmunizado por esta vía, la efectividad de la propaganda (mal llamada, por cierto, márquetin político) se desploma por la inconsistencia de las argumentaciones y por la incapacidad de exhibir entereza para reconocer las equivocaciones y las incoherencias sobre las protecciones (mascarilla obligatoria sólo después del día 70) y los focos (los aerosoles son el grito silencioso de la verdad eludido por las autoridades).

Somos dueños de nuestros destinos y, en tal condición, hemos de armar nuestro discurso y nuestras obras. El oficial se lo tienen que currar un poquito más. Quizás un bar sería un buen ágora para salir de la torre de marfil. Si nos convencen, entre todos venceremos . Pero, de momento, protejámonos.