Opinión
Por
  • Raúl Benito Pertusa

Del propósito al compromiso

Eboca vending
Eboca, la búsqueda de una atmósfera creativa.
S.E.

David Packard, cofundador junto a Bill Hewlett de Hewlett-Packard, reflexionaba hace 60 años: “¿Por qué estamos aquí? Creo que mucha gente supone, erróneamente, que una empresa existe sólo para ganar dinero. El dinero es una parte importante de la existencia de una empresa, pero el resultado no es una causa… Tenemos que ir más profundo y encontrar la verdadera razón de nuestro ser... La respuesta es el propósito, aquello que puede servir de inspiración a una compañía durante 100 años… El propósito es la estrella que nos debe guiar”.

Una empresa no tiene futuro si no gana dinero. Es como el oxígeno para el cuerpo humano. Sin embargo, al igual que el ser humano no vive para respirar, la empresa no vive para ganar dinero. El resultado económico es la consecuencia de servir a su propósito de manera eficiente y con voluntad de permanencia. No es la gran razón de su existencia, pero es imprescindible para satisfacer a sus accionistas y financiar su futuro.

Las empresas son organizaciones que unen a las personas para acometer tareas que difícilmente podrían hacer individualmente. La empresa, después de la familia, es la institución con más impacto en el desarrollo y el bienestar de la humanidad. Las personas felices saben lo que quieren y se esfuerzan para conseguirlo. La empresa, como institución humana que es, funciona igual. Necesita un propósito que le dé sentido, que inspire y guíe, que aporte bienestar emocional a cada miembro mientras sirve de estímulo para hacer en equipo lo que se debe hacer.

El propósito de una empresa es su razón permanente para existir. Guía las decisiones; las pequeñas y las grandes. El propósito dirige la acción por el camino correcto y protege de las tentaciones de lo fácil. No hay largo plazo sin propósito. El propósito nos da sentido. Ninguna estrategia funciona si no conecta con el propósito.

Descubrir nuestro propósito es relativamente sencillo, pero mantenerlo y empapar con él a toda una empresa no lo es. El propósito nace con la empresa, con el sueño y el proyecto de sus fundadores, y permanece en el tiempo evolucionando armoniosamente con la cultura de la empresa. Tiene poco que ver con qué hacemos y mucho con cómo lo hacemos y nos relacionamos.

Todas las empresas tienen una cultura que condiciona cómo actúa cada persona en relación con las demás. Se va construyendo con los valores y actitudes de las personas que formaron y forman parte de la empresa. La cultura nos guía en nuestra forma de actuar y facilita orientar los esfuerzos hacia una meta común. Todo funciona cuando las personas se identifican con el propósito y la cultura y, como si de un manantial se tratara, fluye el compromiso en un entorno de transparencia, empatía, colaboración y confianza.

El propósito, en la medida que es compartido, genera eficiencia y es muy rentable. Integra y suma las emociones, capacidades y acciones de todos. Los trabajadores excepcionales buscan trabajar con empresas que comparten sus valores y que mejoran el mundo. Las empresas con propósito son relevantes para sus clientes y logran mayor lealtad. También consiguen construir relaciones más colaborativas, duraderas y rentables con sus proveedores. La suma de todo esto produce mayores crecimientos, mejor rentabilidad y vidas más largas.

La creciente digitalización de las relaciones personales evidencia la importancia de los vínculos emocionales. El propósito da significado a lo que hacemos. Es una fuente de energía y pasión que conecta a las personas entre ellas y a todas con la empresa. La receta es sencilla, aunque su ejecución requiere maestría: entrega propósito y cultura saludable y recibirás compromiso. l

Presidente de Eboca

Vicepresidente del Foro Huesca Excelente