Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Entender a los agricultores y los ganaderos

Cosecha en Gurrea de Gállego
Imagen de una cosecha
Pablo Segura

UNA RISA SARDÓNICA surge en algunas conversaciones cuando se escucha a un representante de Asaja quejarse de la sequía. O al oír a uno de UAGA lamentar la indefensión por la presencia de animales amenazantes para la ganadería. O cuando la queja proviene de un miembro de UPA. En la generalización base de la injusticia, no nos avergonzamos del estigma atribuida a los agricultores y ganaderos, a los que se asocia con un cierto carácter llorón, como si no fueran suficientes las lágrimas que proceden de soportar las duras jornadas a la intemperie. O la que se aplica inmisericorde a los regantes, dianas de determinados grupos que no tienen ni pajolera idea de las aportaciones pecuniarias personales para la modernización de las infraestructuras hidráulicas.

Eso sí, irreflexivamente nos sentamos a la mesa a nutrirnos y disfrutar de los frutos del campo, de las granjas o de las extensiones de pastos sin plantearnos que, detrás de esos bocados, están todos estos profesionales que no merecen sino las mismas oportunidades que sus homólogos de otros países y continentes, las normativas y recursos institucionales (léase la PAC) que favorezcan, precisamente, el deleite gastronómico y la imprescindible supervivencia a través de la alimentación. De su sabiduría, de su innovación, de su esfuerzo y voluntad ha dependido siempre el bienestar de la sociedad, pero singularmente en estos últimos meses terribles de pandemia. Sería bueno que, exactamente igual que con otros colectivos, proclamáramos imperativamente que hemos de educarnos para tener una tolerancia cero a la crítica acerada e inconsecuente cuando un responsable agrario se queja. No está, aunque algunos no lo crean, en su naturaleza el lamento, sino sacar fuerzas de flaqueza, pensar y pelear por una vida digna. Para todos.