Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

Yolanda Díaz

Yolanda Díaz
Yolanda Díaz
Agencia EFE

La sustituta de Pablo Iglesias en el Gobierno y en Podemos, la ahora vicepresidenta Yolanda Díaz es de una mentalidad tan rocosa como la cáscara de un molusco. He hablado un par de veces con ella y el diálogo fue como aquella trampa que nos hacían de pequeños: “¿Quieres que te cuente un cuento?” “Si.” “Yo no te digo ni que sí ni que no, lo que te digo es que si quieres que te cuente un cuento” y así hasta el infinito. Imposible arrancarle ni una verdad ni una frase interesante. Qué otra cosa se puede pensar de alguien que se permite decir que ahora que se ha ido Pablo Iglesias es cuando van a empezar a hacer cosas, es decir, reconocer que este año y medio estaban de broma. Me avergüenza pensar que en el Gobierno de mi país hay alguien que admite sin sonrojo que su visión de la acción pública, la base de su pensamiento, está construida por una tesis que nos divide entre “twiteros”, todos hombres sucios y ociosos y mujeres, encarnación colectiva de la probidad, que es una tontería tan grande como el fervor divisivo y polarizador de quien la ha enunciado.

Todo lo que ha hecho hasta ahora la ministra de Trabajo ha sido encargarse de que la acción del Gobierno esté paralizada. Pedro Sánchez no ha decidido que no va a hacer nada que pueda ser impopular, porque vive en el futuro de esas vacunas que ni interviene para conseguir ni para distribuir pero le sirven para ir poniéndose medallas a sí mismo, y si Nadia Calviño trajo alguna idea de su experiencia europea ya se le ha olvidado porque Yolanda Díaz se ha encargado de neutralizarla. Así que ese plan de reconstrucción de la economía que dicen que han enviado a Bruselas está lleno de aire gracias en parte a que la parte del Gobierno que representa la ministra de Trabajo solo sabe que no sabe qué hacer. Lo que he visto, suponiendo que sea la versión final, no es más que una colección de buenos propósitos de alumno adolescente que le quiere hacer la pelota al profesor, pero ni una sola medida concreta (salvo las que han desmentido porque son impopulares) ni un propósito realista. Nada. Le he preguntado varias veces a la ministra si al menos va a tener el valor de hacer lo que han prometido y derogar completamente la reforma laboral del anterior gobierno de Mariano Rajoy, por si podía aclararme un poco el panorama, pero ha sido siempre como hablar con una tapia.

No es cierto que la Comisión Europea vaya a negarle al Gobierno español el dinero que se ha acordado distribuir entre los países como dicen algunos. Ya nos gustaría a veces pensar que en la UE hubiera esa autoridad sensata que pudiera tirarle de las orejas a los gobiernos frívolos e insensatos como el que tenemos. Si pueden lo hacen, pero nunca como esperan los que creen que desde fuera nos van a resolver los problemas que hemos creado nosotros mismos. Por supuesto que escandaliza lo que está sucediendo ahora en España con un gobierno que solo tiene un precedente similar en aquella época del populismo que tomó las riendas de Grecia con un partido que se llama Syriza y que perdió el tiempo en darse cuenta que las recetas que prometía no se podían llevar a cabo porque empeoraban la situación. El dinero llegará aunque sea de mala gana, porque España no es Grecia y dejar caer a la cuarta economía del euro provocaría un tsunami insoportable para todos. Y esa certeza es lo que hace que en el Gobierno sigan en esa actitud estéril dando vueltas como los perros que persiguen a su propia cola hasta que caen mareados, mientras el país se hunde en una crisis de la que solo se puede salir con templanza y buena cabeza. Al Gobierno le han dicho desde todas las instancias posibles que debe cambiar el rumbo y aprovechar esta oportunidad histórica. Por no mencionar más que lo que se le ha dicho en la última semana, desde el Banco de España le han advertido de que deberían asumir una reforma de la legislación que imite la que ha funcionado bien en otros países, como el modelo austriaco, y que podría aprovechar para ello los fondos europeos. Le han dicho que sería más sensato buscar un consenso con el Partido Popular puesto que se trata de medidas que van a tener más trascendencia que la vida de un Gobierno de uno u otro signo, le señalan que las nuevas generaciones van a quedar doblemente condenadas por la falta de reformas en la economía y por el peso de la deuda que acumula esta pasmosa pasividad del equipo de Pedro Sánchez. Se le ha puesto como ejemplo la clarividencia de Mario Draghi en la gestión que planea para usar los fondos europeos en Italia. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal le ha reprochado que el plan de reconstrucción español carezca de cualquier cálculo de impacto presupuestario realista. Hasta la Comisión Europea le ha dicho –con toda la delicadeza que es capaz en estos casos- que España puede ser el país que más crezca cuando llegue la reactivación de la economía (lo que no tiene ningún mérito porque somos también los que hemos caído más bajo en la crisis) siempre que se haga “buen uso” de los 12.000 millones que vamos a recibir este año, pero que eso no logrará reducir el paro si no se aplican medidas para mejorar el mercado laboral, que es algo más que evidente. En todos los casos, la actitud de Sánchez ha sido como el que oye llover, como decía mi abuela cuando se quejaba de que no le hacíamos caso.

A Yolanda Díaz le debe gustar la lluvia, como buena gallega, y en vez de ocuparse de lo que importa, ahora anda metida en la construcción de una nueva constelación política que si he entendido bien debería lograr cumplir los sueños rupturistas de Pablo Iglesias que no han sido posible llevar a cabo precisamente porque estaba mezclado en ellos el propio Pablo Iglesias. Una nueva fuerza de izquierda radical, más feminista y verde que nadie, que –ahora si- podrá ocuparse de las quimeras que tiene en la cabeza. Me temo que su irresistible ascensión ha sido la última venganza de Iglesias y que consiste en dejarnos como sustituta suya a una persona tan deficiente que acabaremos pensando que él era un genio.