Opinión
Por
  • Javier García Antón

El milagro de Isidro

Celebración de San Isidro en Sodeto
Celebración de San Isidro en Sodeto ayer
COSTIS

SE CUMPLIRÁN en 2022 quinientos años desde la canonización de Isidro el Labrador por el papa Gregorio XV, tras la constatación de cinco milagros por los hagiógrafos de la época. Tiene, en sí, algo de prodigioso que un laico se convirtiera en santo y trasciende tal carácter hasta hoy, medio siglo desde que el Papa Bueno, Juan XXIII, lo proclamara santo patrón de los agricultores. Si el Génesis asegura que en el principio creó Dios los cielos y la tierra, lo primario en nuestra sociedad actual es el campo, lo secundario su transformación, lo terciario el servicio y, ya después, arrumbó la digitalización... Pero siempre hay un retorno a la esencia.

Sólo así se explica que los agricultores, que son los meritorios herederos de mi abuelo y el abuelo de mi abuelo, celebren con devoción a San Isidro, conscientes (frente a querencias afortunadamente en peligro de extinción que so pretexto de la falsa modernidad han querido arrinconarlos) de su relevancia vital en esta sociedad del siglo XXI. La sostenibilidad, mucho más que un postureo insufrible, se exhibe con una actividad que alimenta la vida del planeta durante centurias y milenios. Y, para trascender de una era a otra, no basta con los socorridos sangre, sudor y lágrimas (que también) entre el firmamento y la dura tierra, sino una inteligencia extraordinaria. Como afirma José Carlos Ruiz en “Filosofía ante el desánimo”, el protopensamiento acuñado hace 2.500 años: asombro, curiosidad, cuestionamiento. Sólo desde esas actitudes se explica el crecimiento de las plantas, la mejora de los frutos, la calidad salutífera. El agricultor admira la naturaleza, la observa y la procesa. Y, en esa trinidad, se erige en un cuerpo líder de la comunidad. Felicidades.