Opinión
Por
  • Javier García Antón

Iniciales y anonimato

Cartas al director
Cartas al director de Diario del Altoaragón
S.E.

EL QUE HOY es filósofo de cabecera de muchos, el surcoreano Byung-Chul Han, asegura que hemos transitado de una comunidad sin comunicación a una comunicación sin comunidad. Tal es el efecto que atribuye a las redes sociales, que están consiguiendo que el algoritmo cree a las personas y no viceversa, en esa acción en la que nos encontramos con los iguales y pasamos de largo sobre los diferentes.

Les voy a confesar que me inquieta la cantidad de lectores que, para publicar sus cartas, piden firmar con iniciales o seudónimos, sobre todo cuando media la denuncia de una situación que estiman injusta. Temen las represalias de las instancias sobre cuyas conductas reflejan irregularidades o insensibilidades. Es curioso: la inmensa mayoría se corresponden con organismos públicos, y hay menos reticencias cuando los presuntos infractores son empresas. No es sano ese temor a exponer realidades en entidades que pagamos entre todos, ni creativa una sociedad que percibe -con más o menos exageración- que las administraciones prefieran la caza de brujas, el “te-vas-a-enterar-de-lo-que-vale-un-peine”, “ya-vendrán-ya”, a la escucha activa desde la que cimentar una reflexión y una mejora.

Bien es cierto, y de ahí las normas de la identidad al completo, estamos expuestos a las falsedades y las infamias por vía de anonimato. Es el estado ideal de los difamadores destructivos en las redes sociales, en las que abundan esos personajillos tóxicos que aducen que mostrar un perfil ignoto o manipulado es un derecho y, de paso, se entregan a la insalubre costumbre de la mentira que, referida al prójimo, nunca es inocua, sino que es inicua. La sociedad sólo se puede edificar sobre la transparencia.