Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Despoblación e inconcreción

Presentación de la ponencia sobre despoblación del PSOE, este domingo en Huesca.
Teresa Ribera presentó la ponencia sobre despoblación en Huesca.
Pablo Segura

COMO una carrera en la que el último queda sometido a un castigo injustificado, prácticamente todas las instituciones y partidos políticos han acudido prestos a socorrer a las organizaciones de la sociedad civil por el grito desgarrador de éstas ante el acuciante problema de la despoblación. A partir de ahí, más allá de que como todo lo que entra en la esfera pública se ha sometido al juego léxico en la búsqueda de los términos más apropiados o más seductores, la sensación es de que cada una corre como pollo sin cabeza, sin capacidad para llegar a un gran acuerdo de Estado y, sobre todo, sin concreción de medidas más allá de declaraciones vagas de intenciones.

Cierto es que no se trata de un problema nuevo ni que demande una respuesta inmediata. Sin pausa, pero sin prisa, porque nos hallamos ante una deficiencia estructural que procede de circunstancias históricas, sociológicas y económicas de muchas décadas atrás. Y, sin embargo, la complejidad de tornar a una concepción más rural desde la predominante cultura urbana exige mucho más que ambiguos articulados, pomposas formulaciones y abstracciones. Más allá de que haya un punto evidente de metafísica porque en torno a la España vaciada nos jugamos el modelo de desarrollo y los hábitos de las personas y del país, sólo un planteamiento estratégico riguroso, participativo, generoso y sincero puede ofrecer aunque sea unos mínimos visos de reversión de la realidad actual. Y ahí tienen que ahondar en la colaboración ministerio, comunidades, diputaciones y municipios. Y, además, han de establecer objetivos a la par ambiciosos y alcanzables, con más pragmatismo que propaganda, sabiendo que esta singladura será prolongada, con pequeños avances y algunos lamentos. Pero conscientes de que la meta merece la pena.