Opinión
Por
  • Javier García Antón

Son los que están

Han sido reconocidos el obispo Ángel Pérez y el consejero de Cultura, Felipe Faci tras el regreso de los bienes
Han sido reconocidos el obispo Ángel Pérez y el consejero de Cultura, Felipe Faci tras el regreso de los bienes
A. H.

YO SOY una persona bien instruida y no voy donde no me invitan. Expresión tan lapidaria era habitual en un buen amigo y compañero. Hoy, el valor de la cortesía, entendida en su acepción de manifestación de afecto, respeto o atención pero también como una merced del ejerciente, se va devaluando. Es el reflejo de la superficialidad de los figurantes, que deprecian uno de los tres atractivos que Cicerón definía para el ser humano, junto a la paciencia y la tolerancia. Así, vemos periodistas que se cuelan donde no han sido contemplados (doy fe de tan grosero uso) y profesionales que se quejan acerbamente por la desconsideración del organizador, obviando que el listado de presentes es volitivo. Y, consecuentemente, que son los que están.

Epícteto de Frigia, que fue esclavo y fue filósofo y fue sabio, colocó el asunto en el justo medio: acusar a los ajenos de los infortunios propios es signo de falta de educación; acusarse a uno mismo demuestra que ha comenzado la educación. Es sorprendente que alguien que no ha sido citado a un acto privado quiera convertir su ausencia en noticia y casi asunto de Estado, lo que implica una soberbia indigna de toda causa. Representa una falta de dimensión de la realidad, una prepotencia que desprecia a los presentes e insulta la inteligencia de los organizadores.

El valor de las personas se mide por las reacciones ante estímulos adversos. De haber mediado tosquedad, el tiempo y el trabajo revertirán la situación. De no haber sido así, la humildad es una plataforma estupenda desde la que trabajarse la estima. Al final, es cabalgar a hombros de los gigantes de Bernardo de Chartres para adquirir perspectiva y desplegarse del fango. Dicho lo cual, gracias, Ángel Morán, por invitarme a ser y estar.