Opinión
Por
  • José Ángel Biel

Cuestiones políticas

José Ángel Biel
José Ángel Biel
D.A.

Reconozco que cuando se han cumplido quince quinquenios de vida, lo que aconseja la prudencia es estar callado, estorbar lo menos posible y observar como se desarrolla la vida política en Aragón y en España. Sin embargo, aunque en este tiempo de mudanza y crisis, lo sensato es desaparecer, no puedo evitar el dicho tan aragonés de que “el que nace barrigón, tontería que lo fajen”.

Por supuesto me preocupan todas aquellas cuestiones que desazonan a los españoles y que dan trabajo a una veintena de opinantes y politólogos, pero de las que los políticos se ocupan poco, enfrascados en sus enfrentamientos cotidianos. Pero, por encima de todo, lo que más me preocupa y ocupa hoy, es lo poco que parece importar a muchos aragoneses que un partido como el PAR, hecho diferencial de Aragón, esté en trance de desaparecer en las próximas elecciones autonómicas, olvidando el trabajo realizado, con aciertos y errores, por cientos de aragonesistas durante más de 40 años. Ojalá me equivoque.

Su más que probable evanescencia es una certeza que demuestra los hechos (incluidas algunas encuestas) y que el tiempo confirmará si antes no se remedia. Sobre todo, teniendo en cuenta que a los que menos parece preocupar la desaparición del PAR es a su actual dirección, en el caso de que exista como tal. Supongo que bastante tienen con intentar sobrevivir hasta las próximas elecciones autonómicas; ya buscarán, algunos de ellos, nuevo acomodo, o se jubilarán echando la culpa del desastre al primero que pase por su lado. Eso sí, animados por unos cuantos palmeros-especie que no está en extinción- de cuya condición hablaremos algún día, aunque solo sea para demostrar que la política es un oficio complejo y simple a la vez. La simplicidad la aportan las fobias y las filias personales, algunas dosis de egoísmo y una escasa personalidad.

La desaparición del Partido Aragonés no preocupa a la izquierda (PSOE, UP, CHA e IU) dedicada a aplaudir su presencia en un gobierno del que se benefician, desde hace dos años, todos los partidos que lo forman menos el PAR; gobierno que no hubieran ni rozado si los tres diputados aragonesistas hubieran optado por otros horizontes. Los recientes aplausos en el pleno del parlamento aragonés no engañan a nadie, aunque obnubilen a alguno. Mal asunto si te adula el que pretende quedarse con tus restos, a la vuelta de la esquina. Son aplausos que suenan a despedida.

Por supuesto me preocupan muchas y variadas cuestiones que ocupan-poco- a nuestros políticos, que desazonan a los españoles y que dan trabajo a una veintena de opinantes y politólogos. Pero, por encima de todo, lo que más me preocupa y ocupa hoy, es lo poco que parece importar a los aragoneses que un partido como el PAR, hecho diferencial de Aragón, esté en trance de desaparecer en las próximas elecciones autonómicas, olvidando el trabajo realizado, con aciertos y errores, por cientos de aragonesistas durante más de 40 años. No obstante, mantengo la esperanza de estar equivocado.

Su más que probable evanescencia -si alguien no lo remedia- es una certeza que demuestra los hechos (incluidas algunas encuestas) y que el tiempo confirmará. Sobre todo, teniendo en cuenta que a los que menos parece preocupar la desaparición del PAR es a su actual dirección, en el caso de que exista como tal. Bastante tiene con intentar sobrevivir hasta las próximas elecciones autonómicas; ya buscarán, algunos de ellos, nuevo acomodo, o se jubilarán echando la culpa del desastre al primero que pase por su lado. Eso sí, animados por unos cuantos palmeros-especie que no está en extinción- de cuya condición hablaremos algún día, aunque solo sea para demostrar que la política es un oficio complejo y simple a la vez. La simplicidad la aportan las fobias y las filias personales.

La desaparición del Partido Aragonés no preocupa a la izquierda (PSOE, UP, CHA e IU) dedicada a aplaudir su presencia en un gobierno del que se benefician todos menos el PAR, como partido, desde hace dos años; gobierno que no hubieran ni rozado si los tres diputados aragonesistas hubieran optado por otros horizontes. Los recientes aplausos en el pleno del parlamento aragonés no engañan a nadie, aunque obnubilen a alguno. Mal asunto si te adula el que será tu enemigo a la vuelta de la esquina: los mismos que pretenden quedarse con tus restos. Son aplausos que suenan a despedida.

En el panorama político aragonés, el centro formado, por ahora, por el PAR y Ciudadanos merece un trato especial. Me temo que ambos estamos necesitados de apoyos para salir vivos de las elecciones del 28 de mayo del 23, o antes, si se anticipan. Desconozco si sería aconsejable una especie de sociedad de socorros mutuos que clarifique el centro aragonesista y lo convierta en el pivote sobre el que debería girar la política que surja a partir de los próximos comicios: la izquierda, la derecha y el centro. Tres puntos que forman un plano y que deberían visualizarse lo antes posible. El centro es la pieza clave que falta. Quien lo articule será decisivo en mayo del 23.

Todo sería posible con un PAR renovado o refundado (para eso están los congresos) y sin que nadie pretenda rememorar lo que otros (PP y PSOE, incluyendo una moción de censura) intentaron en otras épocas. Por fortuna, hoy tengo la impresión de que el PP- la única alternativa, cuando toque, viable y real a Sánchez- no piensa como en la historia reciente ha demostrado. Ya no quiere que el PAR desaparezca. Le conviene como aliado para un próximo futuro, en el caso de que el PAR tenga un asidero mínimo donde pueda agarrarse. Alternativa que pone nervioso al PSOE y explica sus amores apasionados y coyunturales por el PAR, pero sin olvidar que, desde hace más de 142 años, el único interés del PSOE ha sido siempre el suyo propio. Casi nunca, con alguna reciente y fructífera ocasión, actúa en interés de otro. Como lo demuestra el hecho de pretender interferir en la vida interna de un partido ajeno que, como el PAR, está luchando por su vida.

Todo lo dicho, en el marco de una España invertebrada, con pandemia, radicalizada y con el sonido de fondo del peor y más mediocre gobierno desde la Transición. Y sobre la realidad de una comunidad histórica- Aragón- no reconocida como tal, que está aturdida, confundida, esperando el final del túnel, con escaso o nulo pulso político, con algunas excepciones.

Una comunidad autónoma, convertida en un ente administrativo donde únicamente el presidente, a fuerza de solos de trompeta, consigue periódicos e interesantes titulares en los medios de comunicación. Lambán sí hace política con mayúsculas. Otros, despolitizados por naturaleza, se limitan a explicar lo bien que gestionan los expedientes.

Por supuesto, cada uno puede pensar lo que quiera. Incluso tiene el derecho a equivocarse. Yo también. Lo que nadie debería permitir es que, a cambio de alguna dádiva o prebenda temporal, compensatorias de lealtades inquebrantables, acabemos todos por cargarnos el partido más determinante de Aragón, que fundó Hipólito hace más de cuarenta años. Porque sin política no hay Partido Aragonés y sin el PAR Aragón será otra cosa distinta a la que hoy conocemos. Y será peor, no lo duden.