Opinión
Por
  • Javier García Antón

Optimismo desadaptativo

Vista de Huesca
Vista de Huesca
Mariano Olivera

TERRY Eagleton, que ha desarrollado interesantes teorías del humor como un exceso, esgrime la dificultad de discutir con un optimista radical, porque es capaz de deformar la verdad con tal de que encaje en su visión. O sea, es un ventajista con fe ciega. Lo que el psicólogo Erik Erikson califica como “optimismo desadaptativo”, que no reconoce los límites de lo posible y es propio de los niños. El problema surge cuando traspasa a la edad adulta y formula expresiones como “todo está bien y todo va a salir bien”. Si así fuere, el destino trabajaría por nosotros.

Esa infantilización se apodera de nuestros tiempos pero es tan vieja que, si tuviera que realizar una traslación de tres siglos atrás hasta ahora, diría que Gottfried Leibniz es de Huesca. Sin tal condición, difícilmente se puede explicar su certeza de que vivimos en el mundo posible. Actitud desdeñosa de la realidad, que es tozuda y no maleable.

No es una buena idea, créanlo, tildar de pesimistas a las personas con criterio. Vulnerar los principios de honradez intelectual no conduce sino a la lenta pérdida de los conceptos y las visiones que necesitamos para mejorar en una ciudad y una provincia con tantas oportunidades como carencias. Instalados en el sofá de nuestra apatía, de nuestra complacencia, el avance será entre cero y menos infinito.

En la posmodernidad hiperrealizada, es la vía de los hechos la que acaba desbancando aquella verdad apodíctica que proclamaba Alexander Pope: “Todo lo que es, está bien”. Luego, llegó Voltaire para enfrentarse incluso a otros ilustrados como Rousseau y proclamar en Cándido que un desorden eterno mezcla vanos placeres con dolores reales. El que no se mueve, se estanca en su fango de risa estéril. Dormir o despertar.