Opinión
Por
  • Javier García Antón

Profundizar en el vacío

Twitter presenta el mayor rediseño de su web de los últimos 5 años
Logotipo de Twitter.
S.E.

A VECES pretendo marcar distancia con la aversión contumaz que Umberto Eco expresó contra las redes sociales, la legión de imbéciles que se arrogan la legitimidad de premios Nobel. Me ayudan algunas cuentas de Twitter o de Linkedin clarividentes. El efecto me dura poco en el momento en el que profundizo y aprecio que un altísimo porcentaje es vacío abisal. Para ser coherente con mi discurso hacia mis hijos y mi entorno, limito el tiempo y multiplico la atención hacia buenas fuentes de las que beber. Son pocas, pero son muy edificantes. Instruyen.

Es muy de samaritano intelectual compartir conocimientos. Repito, conocimientos. Como el del estudio de la facultad de Ciencias Humanas, Sociales y Políticas de Cambridge sobre las RRSS y la salud mental, concentrada en los jóvenes. El 89 % de los 9.500 encuestados de 16 a 30 años necesita compartir sus vacaciones, aunque el 78 % ya no vuelve a ver esas imágenes pasado un año. Google Photos succiona 9 de cada 10 fotos subidas con celulares de sistema Android. Cada décima de segundo, captura 230.000. Larry Page se frota las manos a costa de la ansiedad que padecen los jóvenes sometidos a un magno experimento social que debilita su voluntad y deprecia hasta mínimos sus vivencias, encriptadas en un escenario sometido a escrutinio de los demás que anula su autoría.

La literatura en torno a este mundo en el que nos dirigen los “likes” y los “followers”, como si tuvieran más trascendencia que las vanidades dignas de ser quemadas en la hoguera, advierte de un fenómeno catastrófico. Una alienación a través de la profundización en el vacío que demanda una respuesta ética: el compromiso frente a la apatía. Por los nuestros. Por todos.