Opinión
Por
  • Diario del Altoaragón

El espacio Sender en el IEA

Espacio Ramón J. Sender en el Instituto de Estudios Altoaragoneses
Espacio Ramón J. Sender en el Instituto de Estudios Altoaragoneses
Pablo Segura

SATISFACE, en este país tan dado a no desenterrar la memoria de sus grandes literatos, el esfuerzo que el Instituto de Estudios Altoaragoneses está desplegando para honrar la figura de Ramón J. Sender. Tiene, además, el mérito añadido del intento de una programación adecuada a la grandeza del escritor nacido en Chalamera en medio de esta carrera de obstáculos en la que nos ha desenvuelto la pandemia por el coronavirus. A falta de los actos dinámicos que requerirán la presencia de público pasado el estío, se agradece la optimización del espacio dedicado al ingenioso autor en la sede del IEA con el respaldo de la Diputación Provincial y el Centro de Estudios Ramón J. Sender.

Para corresponder a la generosidad de los grandes creadores, nada mejor que ponernos en su lugar para entender que, con absoluta certeza, Sender aprobaría con su característica franqueza la disposición de esa mesa de San Diego en la que desarrolló toda su capacidad, que era enorme en calidad y en cantidad, o de esa agenda repleta de nombres que marcaron una vida y una época. Seguramente, quien tanto correteó por Alcolea de Cinca pensaría en las correrías en medio de sus despistes de la protagonista de Las tesis de Nancy, de los severos personajes del Réquiem o de Imán, del carácter oscense de El lugar de un hombre o esa travesura que es El Verbo se hizo Sexo.

Contemplar sus herramientas profesionales y sus objetos personales ayuda a reconocer una vida fascinante, compleja, dura por el exilio, valerosa por la necesidad de ser un escritor enormemente productivo para sobrevivir... Genio y figura con una personalidad poderosa que, para admirar, hemos de conocer de la manera más profunda posible, porque de esa forma seremos capaces de distinguir lo mejor de nuestros más brillantes exponentes.