Opinión
Por
  • JAVIER GARCÍA ANTÓN

El pastizal olímpico

Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos Tokio 2020
Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos Tokio 2020
EFE

Ser anfitrión es un negocio de riesgo extremo debido a los costes que acabarán produciéndose. Tal aseveración no se inspira en la fiesta que ustedes van a montar para sus amigos en cuanto acabe este peñazo de pandemia, sino en los Juegos Olímpicos de Tokio analizados desde la perspectiva económica por la Universidad de Oxford.

Sin embargo, en el caso nipón el riesgo no sólo es dinerario (en el fondo, para los japoneses es tan común escuchar noticias de las depreciaciones como para los italianos cambiar de gobierno). Un buen porcentaje de ciudadanos no aprueba la organización de las olimpiadas por el miedo a la covid que allí está en unos niveles que, de tenerlos aquí, serían celebrados por Fernando Simón organizando un macrobotellón para toda la península, surf incluido. Son raros estos tipos de los ojos rasgados. Y, sin embargo...

... Contextualicemos. Recuerdo a Luis Acín y Armando Abadía en la segunda intentona jaquesa (cuando las olimpiadas de invierno eran aspiradas por los Pirineos auténticos, ahora los Pirineus se han desplazado al Passeig de Gracia y a Independencia) argumentando que el gran error de la primera fue no contar con el territorio. Si vas a una casa y el anfitrión está malhumorado, el visitante tiene un problema. No se referían a esos grupúsculos refractarios a todo progreso, sino al conjunto de Jaca y la centralidad de la cordillera. De hecho, Jaca 98 fue el estandarte más próximo a la meta.

Si los lugareños no están contentos de abrir sus puertas, la hospitalidad es una quimera y, por tanto, la fiesta un fracaso. Da igual que sean 15.000 millones como en Tokio o los indiferenciados de la idea de Aragonès con los aragoneses como convidados de piedra. No pierdan el tiempo.