Opinión
Por
  • Javier García Antón

Paradigma Kiesenhofer

Anna Kiesenhofer, campeona olímpica de ciclismo
Anna Kiesenhofer, campeona olímpica de ciclismo
CHRISTIAN HARTMANN

DOS paradigmas recorrieron ayer las carreteras de Japón sobre ruedas. Annemiek van Vleuten no concibe, así lo ha declarado, salir a hacer un puesto. Sólo le sirve ganar. La victoria ciega a quien no entiende que el éxito puede residir en la forma y el espíritu de recorrer el camino. Por eso, sin el auxilio de los pinganillos tecnológicos, quedó indefensa en el momento en el que dependía de su humildad y de su capacidad de observación. Llegó segunda y elevó los brazos sin un gran entusiasmo, básicamente porque creía que había sido la vencedora pero el número uno, según su desacertada concepción del deporte, es patrimonio de ella.

Tal desprecio le hizo cruzar la meta -¿quizás hubiera apretado más los últimos kilómetros de haber sabido que una liebre cabalgaba por delante?- detrás de Anna Kiesenhofer. La austriaca, campeona olímpica, nos tenía a todos alentándole incluso sin conocer la peripecia de la infortunada y soberbia holandesa. La diferencia, quizás, o quizás no, estriba en que la medalla de oro entendió el espíritu olímpico, que es el del deporte tal y como lo pronunció el barón Pierre de Coubertain: lo más importante no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo. Ella llegó a competir. Sólo.

Al final, la vida está llena de modelos Van Vleuten, personas a las que molestan los escrúpulos si representan un contrapunto a las ambiciones mal enfocadas. Lo importante es interpretarlas, identificarlas y apartarse de ellas, porque si por interés y por el relumbrón de los falsarios triunfos nos adosamos a ellos, podemos perder el oro que confiere la bonhomía. Y más allá de los JJOO no siempre dan plata tras el oro. Yo apuesto por Kiesenhofer.