Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

Los dos ciegos de Jericó

Lectura del Evangelio.
Lectura del Evangelio.
S.E.

El lunes 15 proclamamos el fragmento del evangelio que narra le entrada de Jesús en Jericó, en la versión de San Lucas. A mí la figura de Zaqueo me fascina, me parece de una riqueza tremenda. La entrada de Jesús en Jericó se centra en que, así a primera aproximación, devuelve la vista a dos ciegos; uno Bartimeo, un ciego indigente, que ante la pregunta de Jesús de qué quieres que haga por ti, podría haberle pedido dinero suficiente para no tener que pedir más, pero le pide “Ut videam”-¡Quiero ver!- (Lc. 18, 35) Y el Señor le abre los ojos a la luz.

El segundo ciego era Zaqueo, un ciego del espíritu, que también buscaba la luz. Bartimeo se pone a gritar para llamar la atención del Señor aunque los que iban delante le mandaban callar, pero él gritaba más fuerte. A Zaqueo, que era de pequeña estatura, no le dejaban ver y despreciando las formas, era un hombre respetado y temido, se sube a un sicomoro, disputando el sitio a los chiquillos. Zaqueo, al subirse al árbol, hizo una señal públicamente mediante la cual expresó su deseo de cambio de vida; es evidente que Zaqueo no hizo eso movido por la curiosidad o por estar en primera fila para presenciar el espectáculo; humanamente se jugaba mucho. Zaqueo estaba ciego y buscaba pero en aquel tiempo, un publicano no podía ni siquiera acudir al templo, una ley se lo prohibía. Con el gesto de subirse al sicomoro, también estaba diciendo: Ut videam. “Baja” le dice Jesús, ¿Me estás buscando? Aquí estoy, Yo soy tú luz. La frase en griego es: “Yo soy tú Kairós” que se puede traducir por “Yo soy la ocasión favorable de tu vida”. En el evangelio encontramos muchos Kairós: Por ejemplo, en cada uno de los apóstoles; especialmente bonito es el encuentro con Bartimeo. La respuesta es seguirle con alegría.

Volvamos a Zaqueo. Zaqueo recibe a Jesús en su casa; recibir no es solo franquear la entrada; recibir tiene un sentido catequético: implica acoger a alguien con el oído abierto, con el ánimo en disposición total. Dice el texto que recibió al Señor con alegría, no por compromiso, por verse obligado al habérselo pedido Jesús en público y esta es la diferencia que se puede dar en la respuesta a nuestra relación con Dios: Por compromiso, que lleva en su interior un componente de obligación, que en definitiva no deja de ser una carga, o con agrado, con alegría, que nace de la libertad. Zaqueo recibe a Jesús con alegría. Siempre alguien puede decir: ¡hombre!, no es lo mismo recibir a Jesús que a su Palabra, sin embargo el mismo Jesús se identifica con el Evangelio (Mc.8,35). Zaqueo, que por su actitud, parece que está de vuelta de muchas justificaciones y búsquedas en vano, ve en Jesús la culminación de todas sus libertades nunca del todo satisfechas y por eso le recibe con alegría. En el acto hay otra alegría, la alegría de Jesús cuando comprueba que ha rescatado a otro que “también es hijo de Abrahan”; saliendo al paso de la murmuración porque el Señor es Señor de la ley y los que murmuran están ciegos y sordos. Podemos imaginar que el Señor les contestara con el salmo 94: “Ojalá escucharais hoy mi voz. No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día del Masá en el desierto, cuando vuestros adres me pusieron a prueba….”