Opinión
Por
  • Juan José Nieto Callén, secretario de la Asociación Pro Patrimonium Sijena Jerusalén.

Sijena y Castiñeiras

La demanda de la Generalitat por las pinturas murales de Sijena llegará a los juzgados de Huesca
Piezas del litigio.
Á.H.

El pasado 17 de enero su periódico publicó las declaraciones de Manuel Castiñerias, catedrático de Historia del Arte de Barcelona y que fue jefe de pintura mural románica del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña), sobre el litigio de los bienes, que reproducen las tesis defendidas por la Generalitat y el Obispado de Lérida en los tribunales.

En primer lugar, el Dr. Castiñeiras soslaya en todo momento el tema de la propiedad de las obras. Sus palabras Lo ideal hubiera sido que este depósito se hubiera hecho sin tener que llegar a la vía judicial, es una referencia clara a la Resolución Mieras. Es decir, la propiedad es de Cataluña y ésta presta a Aragón sus propios bienes artísticos. Por eso considera que esas obras están en el Museo de Barbastro de forma “itinerante”, porque están de paso.

También ha tenido gran astucia en sus declaraciones sobre las pinturas murales de Sijena. Un siglo después, se esgrimen los mismos argumentos de conservación que sirvieron para el expolio y arranque de las pinturas murales del Pirineo, argumentos éstos que ya entonces se rechazaban por todos los expertos por el grave destrozo que suponía para ellas. Hoy día, el ICOMOS, organismo oficial de la UNESCO que califica todas las candidaturas de patrimonio de la humanidad, en su importante declaración de pintura mural, obliga a reintegrar las pinturas a su lugar originario. Es sorprendente que este importante extremo se le olvide a Castiñeiras. ¿Por qué será?

Y vamos con el timo de la estampita: el MNAC se queda gratis las pinturas murales de Sijena que valen unos 300 millones de euros y a esos incultos aragoneses le damos una bonita reproducción digital que no cuesta ni el 1% de esa cantidad. De quedarse en un Museo, Sr. Castiñeiras, tendrían que quedarse en un museo aragonés, esa fue la condición cuando se arrancaron las pinturas profanas en 1960, que se restituyesen provisionalmente a un museo aragonés hasta su restitución definitiva en Sijena.

Y por último habla de negociar y evitar las vías judiciales. Cuando una pierde, siempre saca a deshora la bandera blanca. Pero, ante eso, solo cabe la rendición y la devolución de las pinturas. Los bienes del Monasterio de Sijena se han recuperado por la iniciativa de Idelfonso Salillas en su etapa como alcalde a la que siguió la brillante estrategia judicial de Jorge Español. Ahora que los tribunales han reconocido la propiedad aragonesa, resulta que hay que sentarse a negociar. Ya entendemos que Cataluña pida negociar cuando ha perdido todos los juicios, lo que no entendemos, es que el ejecutivo de Lambán se preste a este ardid catalán, sobre todo, después de haber ganado los juicios gracias a la defensa de Jorge Español. Y, por cierto, ¿cómo va a negociar el Sr. Lamban algo que no es suyo? El patrimonio religioso es de las parroquias de origen. En los bienes de Sijena, actúa por la cesión de acciones que las monjas de Sijena le hizo al Gobierno de Aragón para que restituyese esos bienes al cenobio. Y recordemos que la propiedad no es de la Orden de Malta, sino de la Comunidad de Monjas Sanjuanistas de Sijena.

Es decir, no es negociación, es ceder ante Cataluña. ¿A cambio de qué? ¿De la candidatura de las olimpiadas? ¿De los endiablados pactos del Gobierno de Pedro Sánchez con los independentistas? Acaso piense Sánchez que no es suficiente que el Gobierno de Aragón haya retirado la querella contra Santi Vila y Lluis Puig. La verdad es que no entiendo nada, y supongo que el secretario de Estado vaticano, cardenal Parolin, me imagino que tampoco, si como dijo el Obispo de Barbastro le va a solicitar su mediación en el conflicto de los bienes. Parolín no sería un mediador, sino un superior de los obispos de Lérida y de Barbastro-Monzón, al que le deben obediencia.

Por eso, desde nuestra asociación seguiremos luchando por la vía judicial, porque, todo lo demás, es meterse en un campo de minas demasiado peligroso para el incauto que lo intente.