Opinión
Por
  • José Sanmartín Sopena

Limitar, imponer, prohibir

Gasolina y gasóleo suman ya diez semanas al alza
Gasolina y gasóleo, un bien con tendencia al alza.
S.E.

En un país democrático y dicen que España lo es, los verbos imponer y prohibir no deberían aplicarse nunca. Cuando una cosa se impone, a la fuerza, a los ciudadanos, lo lógico y natural es que provoque rechazo. Si una cosa se prohíbe ha de estar muy justificada y ser muy necesaria o la gente buscará subterfugios para eludirla.

Las personas que viven en las ciudades, no alcanzan a comprender como se vive en los pueblos de las montañas. Solamente los visitan en vacaciones, cuando hay mucho movimiento y muchos turistas y suelen llevarse una imagen equivocada de la realidad. No es extraño que, cuando tienen mando o responsabilidad, emitan órdenes para: limitar, imponer o prohibir, muy equivocadas.

Ha cambiado mucho y, afortunadamente para bien, la vida de la gente en los pueblos de montaña.

No obstante, no todas las familias han prosperado hasta el extremo de regentar negocios o ser unos grandes ganaderos. Algunas familias siguen viviendo sin negocios ni ganaderías, a veces, con una exigua pensión que, normalmente, no llega a los 750 euros al mes.

Estas personas, si tienen suerte y han podido conservar su casa con un poco de terreno anejo, siguen practicando una economía de supervivencia, como la de hace 150 años.

Cultivan un pequeño huerto, realizando todas las labores a mano, tienen unas pocas gallinas y unos pocos conejos (lo del “bienestar animal” no les permite más). Durante el verano y otoño hacen como las hormigas: recoger y llevar a sus casas productos para pasar el invierno: patatas, judías (tiernas y secas), setas (que cocinarán o secarán para guardar), manzanas, avellanas, nueces, castañas, etc. Elaboran mermeladas de moras, frambuesas, grosellas, etc. En ocasiones prepararán tinajas de pollos o conejos en adobo. ¿Tan difícil es, para los que nos mandan, entender esto?.

Las limitaciones, imposiciones y prohibiciones lo único que consiguen es hacer más penosa y más difícil la vida de las personas, en los pueblos de montaña.

Con la energía y el uso de las aguas del río Ésera, funcionan (en cascada), media docena de centrales hidroeléctricas. Sus enormes beneficios no repercuten en nuestro valle de Benasque. Si que nos dejaron (y para siempre) las escombreras y sin rellenar trozos de montañas que se comieron, en algunas zonas (no les ha llegado la restitución).

Si generar l Mwh con las hidroeléctricas cuesta unos 10 euros. ¿No es un contrasentido pagar la electricidad a precio de oro (incluso a más de 300 euros el Mwh), cuando se genera con el agua del río?. ¿No deberíamos tener, en este valle de Benasque, la electricidad gratuita?.

El gas hay que traerlo en cisternas y pagar su instalación y resulta caro.

La gasolina y el gasóleo, siempre subiendo de precio, aunque el del barril de crudo baje.

La energía solar y eólica poco desarrollada, a nivel familiar, no precisamente por culpa de los ciudadanos.

¿Habrá que volver a la leña para calentarse en las casas?. Eso será un retroceso de muchas décadas, pero parece que vamos en esa dirección. Volver a eso parece sencillo, pero no lo es.

En este valle de Benasque los bosques se están comiendo, a toda velocidad, las fincas, campos y prados. Pronto los alrededores de Benasque, Anciles, Cerler, Eriste y Sahún serán bosques y ya no habrá fincas. Las prohibiciones han llevado al extremo de que, ni en finca propia, puedas cortar un árbol, ni podar, ni hacerte un palo. Para todo hay que pedir permiso. El resultado es que nadie limpia las fincas: de zarzas, arañones, arbustos o árboles. Si alguien lo hiciese no le resultaría fácil quemar esos restos. Esos trabajos se suelen hacer en primavera y la prohibición de quemar acaba, a veces, a fin de marzo, cuando hay todavía mucha nieve. Está claro que no facilitan las cosas (prefieren imponer normas que no se pueden cumplir).

Se prohíbe a los habitantes coger caracoles. Antaño hubo en Benasque más de 3000 personas y se cogían, probablemente, toneladas de caracoles. Nunca faltaban, ni faltan ahora, ni hay peligro alguno de que se extingan. Se cogen ya muy pocos, tal vez para guardar cocinados, para comer un par de veces en invierno. ¿A quién se perjudica con ello?. Otra de las prohibiciones preparada y decidida por, como mínimo, personas muy alejadas de la realidad.

Yo les voy a decir como coger caracoles sin que les puedan decir nada. En su huerto o prado han de colocar cartones en los rincones y contra las paredes. Allí se esconderán los caracoles y podrá cogerlos cuando quieran (aunque no llueva). Supongo que no dejarán ustedes entrar a nadie a que le fisgonee en su huerto o finca. Fisgoneando en sus despachos tienen ya tajo suficiente.

No se regula en forma adecuada la pesca. Antes había familias que vivían de la pesca. Pescaban dos o tres Kg de truchas al día y las vendían a familias adineradas. Nunca faltaron las truchas en el río Ésera. Ahora, con el invento de esa memez de la captura y suelta, muchas personas han dejado de ir a pescar. Saben que, casi todas las que se capturan y devuelven al río, van a morir y ven que no pueden aprovecharse de ellas, ¿Para qué ir al río a no pescar?.

Esas truchas que antes se pescaban, las comen ahora (y en mayor cantidad) los cormoranes que se han aclimatado a vivir en el Ésera. Son especies invasoras y nada se hace por evitarlo.

Sería muy fácil acotar una parte del Ésera para que pudiesen venir a Benasque miles de pescadores que llenarían las temporadas bajas del turismo habitual, manteniendo los hoteles, restaurantes y comercios activos (y todos sus trabajadores). Ese coto cabe hacerlo en muchos sitios, uno podría ser entre el pantano de Línsoles y el pantano de Paso Nuevo. Que se pudiese pescar en ese tramo todas las truchas sin más límites que: permiso de pesca, tamaño y cebos.

Para que no faltase truchas en el coto podría instalarse una piscifactoría que, además de las funciones habituales, fuese un lugar lúdico: con bar-restaurante y zonas de recreo. Cuando fuese necesario (cada 15 días o cada mes) se podrían soltar hacia el río la cantidad de truchas necesarias para mantener la actividad. ¿A quién se perjudicaría con ello?.

La nefasta gestión de la pesca hace mucho daño al valle de Benasque. Limitan la recogida de setas y no se sabe muy bien con que aviesas intenciones lo hacen.

Solamente se pueden recolectar 3 kg por persona. Las personas que se sacaban algún dinero cogiendo y vendiendo setas (cuando las había), también han visto como se les prohíbe hacerlo. Si la prohibición se ha dictado para que les queden setas a los turistas, deben recordar que ellos, salvo excepciones, cogen pocas, conocen pocas especies, las pisan al buscarlas, las destrozan, las arrancan, etc. Son precisamente ellos los que no deberían ir al monte a por setas, sin vigilancia.

¿Que deberemos hacer cuando nos encontremos en el monte una zona de boletos?. Cogeremos los 3 kg reglamentarios (mientras exista la prohibición). Volveremos allí 5 personas y cogeremos los 15 kg (también reglamentarios). Haremos cuatro o cinco viajes y acumularemos 60/75 kg de setas y todos contentos: los que prohibieron y los que eludieron la prohibición.

Los que lo prohibieron olvidaron una cosa: que al ir al monte 5 veces (en vez de una) contaminamos cinco veces más, ¡Una buena contribución a lo del cambio climático!.

Aquí siempre se ha dicho “de donde no hay, no se puede sacar” y es una verdad innegable.

Como final hay que recordar: limitar, imponer y prohibir se puede hacer con conocimiento de causa, es decir, una vez sopesados los pros y los contras. Nunca se debe legislar sin conocer el terreno y la forma de vida de las gentes que allí viven en forma permanente.

Limitar, imponer y prohibir supone hacer más difícil la vida de la gente, en pueblos de montaña. ¿Es eso lo que quieren?. ¿Se llenará así la España vaciada?. ¿No vaciarán lo poco que queda?.