Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

San José, patrono de la Iglesia

La Biblia.
La Biblia.
S.E.

Mediante el decreto Quemadmodum Deus de 8 de diciembre de 1870, el Papa Pio IX nombró a San José patrono de la Iglesia Universal. Más tarde San Josemaría descubrió en él la posibilidad de alcanzar la santidad siendo contemplativos en medio del mundo, a través de nuestro trabajo ordinario. La oración es la comunicación con Dios y san José estaría en continuo diálogo, aunque fuera en silencio, con Jesús. Para san José, como padre nutricio de Jesús, no sería muy costosa la oración, por eso es conveniente pedirle ayuda para que nos enseñe a ese trato tan familiar con el Señor porque lo primero que hemos de aprender para ser contemplativos es ser perseverantes en la oración, incluso puede que esa perseverancia sea más gratificante que la petición misma porque denotaría nuestro deseo de identificarnos con Jesús. No tenemos ninguna duda de lo que significa la oración, pero parece que cuando le añadimos contemplativa se nos vuelve inalcanzable.

A lo largo del desarrollo de la ciencia teológica se nos van dando puntualizaciones de lo que es la oración contemplativa. Desde San Pablo: “todo lo que hagáis de palabra o de obra, hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre (Col. 3), o San Juan de la Cruz: “la contemplación es ciencia de amor, la cual es noticia infusa y amorosa de Dios que juntamente va ilustrando y enamorando el alma, hasta subirla de grado en grado hasta Dios, su creador, porque solo el amor es el que une y junta el alma con Dios” (Noche oscura, 2) para terminar con el Catecismo que nos dice que la contemplación es la mejor y más sencilla de las tres expresiones de la oración: oración vocal, contemplación y meditación y en el punto 2175: “la contemplación es una mirada de fe persistente, infusa, es un don, una gracia, no puede ser acogida más que en la humildad y en la obediencia y esencialmente relacionada con la caridad”. Por la tanto, la contemplación es la más alta cota de la vida de oración, que el santo cura de Ars, en su sencillez, resumía conmovedoramente: “yo le miro y Él me mira”.

Siguiendo con san José, su vida discurre por situaciones fáciles y no tan fáciles pero todo lo aprovecha para el crecimiento de su amor al Señor. Desde Nazaret a Belén, pasando por Egipto y su vuelta a Nazaret, siempre haciendo lo que el ángel del Señor le ordena y así de la mañana a la noche porque, como nos recuerda la Escritura, también el sueño ha de ser oración y de hecho así lo fue en la vida de san José. San José estaba tan en contacto con Dios que le habla siempre en sueños. Siendo los encargos de la envergadura que eran y no habiéndoselo comunicado despierto, la verdad era que era para dudar. ”Recibe a María en tu casa”; “levántate toma al Niño y a su Madre y vete a Egipto”; cuando ya estaba instalado en Egipto, “levántate toma al Niño y a su Madre y regresa a la tierra de Israel”; sin embargo, no duda, obedece con prontitud. La presencia de Dios con él continúa durante el sueño, de manera que hasta el sueño lo convierte en oración.

San José sabe quién es y donde está porque es del mundo y está en el mundo. Está al tanto de las noticias y preguntaría, cuando estaba en Egipto, sobre lo que pasaba en Israel y así cuando el ángel le ordena regresar, no lo hará por la costa, como a la ida. Sabe que ha muerto Herodes pero gobierna Arquelao que es aún peor, así que escoge un camino mucho más largo para llegar a Galilea, acompañando a Jesús que crecía en edad y gobierno, cuidando de María; en definitiva, velando por su familia. Ahora, al ser María madre de todos los hombres, su familia se ha ampliado, de ahí que Pio IX lo reconociera como Patrono de la Iglesia.