Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

Las olimpiadas del engaño

Imagen de archivo del presidente del COE, Alejandro Blanco.
Imagen de archivo del presidente del COE, Alejandro Blanco.
E. PRESS

Cualquiera que tenga mi edad o incluso unos años menos que yo se acordará cómo fue el proceso que desembocó en la celebración de los juegos olímpicos en Barcelona. Ese anciano Rey que el gobierno de Pedro Sánchez y sus venenosos aliados se han complacido en denigrar de mala manera porque se ha atrevido a venir a su país, se involucró con todas sus energías para hacerlo posible, junto a un Gobierno central (socialista ¡quién lo diría!) volcado en este objetivo tras el que empujaba honestamente todo el país. Miren ahora este espectáculo de mal gusto en que se ha convertido el proyecto nonato de candidatura para las olimpiadas de invierno en el Pirineo: dos comunidades autónomas enfrentadas, bueno, una de ellas, la Cataluña nacionalista, empeñada en morder todas las manos que se le tiendan y el Rey actual, Felipe VI, tal vez ni se atreva a ponerse los esquís, ante el ambiente tóxico antimonárquico que han abonado deliberadamente Pedro Sánchez y sus ministros. Y, por supuesto, así las cosas las posibilidades de que los juegos de invierno de 2030 se organicen en España son las mismas que tiene Rusia para acoger el próximo festival de Eurovisión, es decir, ninguna.

Todo esto no ha sucedido por casualidad ni es consecuencia de un fenómeno meteorológico. Es el resultado de un proceso que se ha desarrollado a nuestra vista y que hemos aceptado por acción o por omisión durante estos últimos años. Los problemas se acumulan como hace el agua de la lluvia en los barrancos del Pirineo cuando se forma un obstáculo de piedras y árboles y acaban luego reventando en forma de riada, igual que pasó en Anciles con el río Remáscaro cuando yo era pequeño, y el Gobierno contempla la situación desdeñando la alarmante realidad, tanto la de los problemas que se nos vienen encima a todos como los que le genera la descomposición de su sistema de alianzas contra natura.

Será tal vez porque el presidente vive engañando a todo el mundo, empezando por los papanatas que le apoyan que son a su vez especialistas en enfangar el terreno de juego. Del tema “ Pegasus” o como quiera que se llame lo de las escuchas, la única cosa clara es que Sánchez tuvo que saber -porque es el presidente del Gobierno- que el CNI espiaba a relevantes conspiradores golpistas, lo que, por cierto, a mi me parece razonable teniendo en cuenta los precedentes conocidos, y luego -como buen ventajista- negociaba con ellos el programa político, lo que cualquiera ve que se trata de juego sucio entre tramposos. Y sin embargo, Sánchez insiste en arrodillarse ante el golpismo independentista y no solo adopta su lenguaje hasta en términos tan nauseabundos como lo de los “piolines” sino que cuando en el Congreso le dicen a la cara que lo volverán a hacer le parece estupendo, a un paso de repetirlo él mismo con el mayor entusiasmo.

Visto el debate del otro día en el Congreso me parece que esas alianzas de Sánchez se parecen cada vez más a la convivencia de mala gana de un matrimonio en el que uno y otro se odian, pero ambos se necesitan porque no tienen otra casa caliente donde ir y están obligados a aguantarse aunque sea de mala gana. Por ello me temo que la recta final de este desastroso experimento político va a estar plagada de todo tipo de barbaridades y como Sánchez no tiene más que un plan, que es aguantar todo lo que pueda sin importar el precio, sus socios le van a imponer condiciones cada vez más dolorosas y él las aceptará. No me extrañaría que en las próximas elecciones la situación se haya envenenado tanto que Sánchez acabe planteando la campaña en forma de plebiscito sobre la Monarquía, es decir, sobre la Constitución, que es el último candado que les queda a los que quieren destruir España desde dentro.

Por eso me pareció tan extraño que el presidente Javier Lambán dijera sin mover una ceja que a la vista de la chapuza palmaria diseñada por el Comité Olímpico Español pensaba pedir el amparo al Pedro Sánchez, que al parecer le había prometido una candidatura “equilibrada”. Craso error confiar en un tramposo, aunque sea compañero de partido, y peor aún pensar que Sánchez no va a pasar por encima del Gobierno de Aragón y de lo que haga falta con tal de mantenerse en el poder, aunque sea a base de seguir humillándose ante los separatistas. Si estuviera en su mano, Sánchez aceptaría que las olimpiadas de invierno se hicieran en Barcelona-ciudad a base de traer nieve desde el glaciar del Aneto al Tibidabo, con tal de que le sonrían los de ERC. Yo supongo que Lambán es consciente de que el presidente del Gobierno le va a tomar el pelo -como a todos- y espero que al menos él tenga suficiente dignidad para no dejarse pisotear por el campeón olímpico del engaño.