Opinión
Por
  • Félix Rodriguez Prendes

Una patada a la ética: el aborto

Sede del Tribunal Constitucional en Madrid
Sede del Tribunal Constitucional en Madrid
T.C.

La nueva ley, que eufemísticamente se llama de interrupción voluntaria del embarazo, como las anteriores, empieza por una falsedad en su denominación porque algo que se interrumpe es susceptible de reanudarse, no así el aborto que por ser un asesinato es irreversible.

Y digo que es un asesinato por cuanto, como tiene establecida la ciencia médica, desde el momento de la fecundación, en que se unen los 23 cromosomas del gameto masculino con los 23 del gameto femenino, se produce una nueva célula que tiene los 46 cromosomas que son los correspondientes a cualquier ser humano y, desde luego con ADN diferente del padre y de la madre, es el embrión de una nueva persona., tanto es así que a los 18 días, casi antes de que la madre sepa que está embarazada, desde hace una semana ya late su corazón, a los 42 tiene ondas cerebrales, a las 8 semanas le funcionan todos sus órganos, a las 12 semanas ya puede sonreír y tiene incluso huellas dactilares; por lo tanto, deshacerse de él es asesinarlo.

Imagínense el dolor tan brutal que experimentará ese ser humano, que ya tiene todos sus sentidos cuando es despedazado en vivo, que es lo que se sucede cuando se practica un aborto por aspiración, el método más normal. La izquierda, siempre tan progresista, siempre en sintonía con los avances de la ciencia, que acusa a los cristianos de retrógrados, sigue diciendo que lo que tiene la madre en el vientre es un formación tumoral, es decir, una enfermedad; cuando toda la comunidad científica tiene claro que tenemos un nuevo ser humano desde el momento de la fecundación al que solo le falta un proceso de desarrollo y maduración para llegar a su plenitud

Una sociedad que puede castigar con años de cárcel la destrucción de un huevo de águila y que por el contrario considera un derecho el poder asesinar al más indefenso de su especie o que utiliza el descarte para deshacerse de los más mayores o enfermos, es que está moralmente destruida. Se ha producido una ruptura total con los pilares de nuestra civilización que no son otros que el derecho romano, la cultura grecolatina y el cristianismo. Para los católicos, consentir o participar en un aborto es causa de excomunión ipso facto incurrenda.

La solución humana, solidaria y cristiana sería comprender, acompañar y ayudar a la madre. Todo antes que cometer un asesinato que es la misma solución que proponía George Bush Jr. para terminar con los incendios en California, talar todas las secuoias.

El médico, en el juramento hipocrático, que se hace desde 700 años a.d.C, jura o promete que su misión no es suprimir la vida sino conservarla y favorecerla al máximo y, más recientemente, la Asociación Mundial de Médicos emitió un comunicado, firmado por más de 100.000 médicos que dice: “Somos médicos y técnicos de la sanidad para devolver la salud, no para asesinar”. Pues bien, se pretende además en este bodrio de ley, que los médicos y sanitarios que aduzcan objeción de conciencia para no practicar abortos, han de inscribirse en una lista, cuando lo normal hubiera sido que la lista estuviera formada por los abortistas para poder acudir a ellos rápidamente. Nadie ignora que figurar en esa lista puede ser y será un hándicap para el progreso en la carrera profesional, o sea, un auténtico chantaje.

El filósofo Julián Marías tiene dicho que “con el tiempo, el aborto será considerado como la mayor barbaridad y crimen que la humanidad ha ocasionado en toda su historia”.

Nuestro Tribunal Constitucional lleva 12 años para dictaminar si el aborto es o no contrario a la Constitución, debe de ser que tiene mucho trabajo.