Opinión
Por
  • Fernando Jáuregui

Cuando la palabra “erosión” está en todos los titulares

El Rey Felipe VI pronuncia hoy su discurso de Navidad, el noveno de su reinado.
El Rey Felipe VI pronuncia hoy su discurso de Navidad, el noveno de su reinado.
EFE

Qué duda cabe de que, a la hora de sentarse en el sillón para leer su mensaje de Navidad desde La Zarzuela, el Rey, sus asesores y quien ‘visase’ el texto en el Gobierno sabían perfectamente que la palabra que haría los titulares en la prensa, las radios, las televisiones, iba a ser esta: “erosión”. El palpable deterioro de las instituciones no podía estar fuera del discurso del jefe del Estado sin riesgo de que el mensaje hubiese parecido vacío, sin alma, desconectado de una realidad que los españoles hemos vivido muy conscientemente en los últimos meses, sobre todo en las últimas jornadas. 

El eco de este mensaje preocupante y preocupado no debería, pienso, extinguirse en el inmediato olvido, sino permanecer ahí todo el año. Fue su lectura quizá más pesimista, por más que el Rey, en el que yo creo que ha sido el mejor mensaje navideño de estos años, se esforzase en equilibrar los términos duros con palabras esperanzadoras. Pero ¿cómo no hacer referencia a que un país dividido y enfrentado no avanza? O ¿cómo obviar el sacrificio de millones de españoles devorados por una inflación que galopa sobre toda Europa, esa Europa a la que el monarca presentó, sin embargo, como una realidad alentadora? 

Me gusta paladear las reacciones, más o menos sinceras, más o menos elogiosas u hostiles, que cada año provoca en los medios y en los partidos el mensaje navideño del Rey. Y me preocupan no poco esas encuestas, que no se hacen públicas siempre, pero que existen, que muestran el desinterés de una parte de la población, mayoritariamente joven, por escuchar ese mensaje, que suele ser un reflejo algo edulcorado -algún año anterior lo he criticado- de la realidad más palpable. 

Esta vez no: nadie podría acusar de melifluo, satisfecho o complaciente un discurso que miraba hacia los meses próximos de confrontación preelectoral. La del Rey es una de las pocas voces mesuradas y prestigiadas que se escuchan en el panorama público español; de ahí lo significativo de escuchar esos ecos severos en una voz cargada de responsabilidades. 

Sé que las dos Españas, incluso la que le es hostil, quieren utilizarle para llevar el agua a sus respectivos molinos. Felipe VI no ha podido, ni seguramente querido, evitar lo que es un toque de atención ante la división de la sociedad, el deterioro de la convivencia, y eso, la erosión de las instituciones. 2022 ha sido, lo dijo el Rey, un año complicado, difícil, con la pandemia superada, pero con una guerra en Ucrania que contra toda previsión dura ya diez meses. 

Eso da relieve a esa fotografía de la ‘cumbre’ de la OTAN en Madrid, que la siempre cuidadosa coreografía de estos mensajes colocó tras el monarca. Tampoco, en este peligroso marco internacional, cabe minimizar ni desconocer lo que quiere decir esa imagen. No sé si estos mensajes que marcan la Navidad en España sirven como advertencia o como diagnóstico para no renunciar “a que las cosas puedan cambiar y mejorar”, como dijo Felipe VI. Creo que, aunque solo sea por una vez, la sociedad española, y no solo la llamada ‘clase política’, debería reflexionar sobre lo que el jefe del Estado nos ha querido decir, que a mí me parece que ha estado inusualmente claro. No fue un discurso sobre el año que termina, sino sobre el que nos viene, sobre lo que nos viene. Saquemos las conclusiones pertinentes