Opinión
Por
  • Victoria Lafora

Amedrentar

Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco en una imagen de archivo.
Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco en una imagen de archivo.
E.Press

El TRÁNSITO del año 2022 al 23 se recordará, en este país, como una etapa aciaga para las mujeres. Al salvaje incremento de los asesinatos machistas (han llegado a suceder tres en un solo día, obligando a intervenir al ministro Marlaska con soluciones no siempre ejecutables), se suma el fracaso ostentoso de la ley de “solo sí es sí”. Mientras delincuentes sexuales y violadores siguen saliendo de la cárcel, gracias a la reducción de condenas de una norma mal elaborada, la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, se permite usar un tono jocoso para acusar a los demás de su propio fallo. Ha sido una epopeya conseguir que se disculpara. 

Y, por último, está la pretensión del dirigente de Vox en Castilla y León de obligar a los sanitarios a hacer escuchar, a las mujeres que pretendan abortar, los latidos del corazón del feto, mientras miran imágenes cuatridimensionales del mismo. A García Gallardo, que es vicepresidente de la Junta, no se le ha oído una palabra de condolencia o condena ante el incremento de los asesinatos machistas. Es, sin embargo, un paladín del derecho a la vida, aunque reconoce que él, “de embarazos no sabe mucho”. Debe ser esa ignorancia la que le ha llevado a plantear una medida ilegal: no se puede obligar a los médicos a amedrentar a las mujeres, ni a estas a ser sometidas a exigencias que la actual Ley del aborto no contempla. En una comunidad autónoma que no presta atención psicológica para las mujeres maltratadas, va a ofrecer, ahora, el cuidado de estos profesionales para que no decaiga su entusiasmo ante la futura maternidad. 

Y es que García Gallardo considera el aborto, dentro de su ideología de extrema derecha, como un “drama y una tragedia social”. No parece dolerle tanto que una mujer sea asesinada y descuartizada por su ex pareja. Para él, al parecer, hay que defender la vida, pero no todas valen igual... 

Y, a todo esto, ¿qué dice el PP? Pues en Génova guardan silencio y remiten a un problema regional en Castilla León. Mañueco, su presidente, está “desaparecido”. Moncloa dice que no consentirá el desatino, e Igualdad, con Irene Montero a la cabeza, tampoco ha puesto el grito en el cielo. Estos son los riesgos que corre la ciudadanía, y en especial las mujeres, cuando los dos partidos, alternativa de Gobierno, se ven obligados a compartir el poder con los extremismos políticos.

En el caso del PP porque no tiene coraje para frenar en seco los intentos represivos de su socio, y en cuanto al PSOE, porque no quiere poner en riesgo el fin de la legislatura y no se atreve a reformar una ley, la del “solo sí es sí”, aún a sabiendas de que tiene vergonzosos fallos jurídicos. Lo dicho: a las mujeres nos costará olvidar esta etapa de violencia sangrienta, desprotección jurídica y amedrentamientos.