Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

La manifestación contra Sánchez

Manifestación en Madrid para protestar contra el gobierno de Sánchez y en defensa de la Constitución.
Manifestación en Madrid para protestar contra el gobierno de Sánchez y en defensa de la Constitución.
EFE

De todo lo que se ha dicho sobre la manifestación del sábado en Madrid, en defensa de la Constitución y de la unidad de España, lo que me ha parecido más insultante es el desprecio del presidente del Gobierno hacia su convocatoria. Obviamente era una manifestación dirigida contra Pedro Sánchez, pero lo que hizo, comparándola con la reunión de cuatro gatos independentistas en Barcelona, no hace sino justificarla. 

Si hay alguien que no puede poner a la misma altura a los que reivindican la Constitución con aquellos que pretenden destruirla es el presidente del Gobierno, cuya función empieza precisamente en el mismo instante en el que jura “por mi conciencia y honor” cumplir y hacer cumplir la Carta Magna. 

Sánchez va más allá y ha demostrado de sobras que en realidad él prefiere asociarse con los independentistas e insultar a los demás, convirtiéndolos en alocados bolsonaristas violentos, a pesar de que lo único que ha podido reprochar a los manifestantes es que parece que alguien vio una bandera española con un escudo franquista que -por cierto- es tan “preconstitucional” como la tricolor de la II República que suele verse hasta en manifestaciones de sanitarios contra Ayuso. Ni una papelera rota ni un incidente, nada que se parezca a la imagen que dice tener el presidente de los que le critican.

La única razón por la que a Sánchez el impertérrito no le preocupa en absoluto una manifestación como esta es porque en realidad solo piensa en los que simpatizan con él y pasa olímpicamente de todos los demás, tanto si gritan como si no. Su percepción del país es que los que le apoyan son los buenos y el resto es fascismo recalcitrante. 

Por eso su único programa ahora mismo consiste en darle duro a los que le critican aunque le salgan reflejos tan ridículos como esa amenaza formal el otro día de aplicar el 155 con Castilla y León por un protocolo que no existe, después de ignorar olímpicamente los desprecios explícitos a la legalidad y a las sentencias por parte de sus aliados, los secesionistas de la Generalitat que si han sucedido y él ha admitido como parte del precio por su apoyo parlamentario. Y ya he advertido varias veces que ese mecanismo, el de deslegitimar a los disidentes y declararlos enemigos del pueblo, es una de las características más conocidas de las dictaduras, que por definición no pueden tolerar la mera existencia de una oposición política, y también de los gobiernos que tienen vocación totalitaria porque esa descalificación presupone que piensan que después de ellos ya no habrá jamás una sana alternancia. Yo mismo fui testigo de como lo hacía en Venezuela Hugo Chavez y cualquiera puede ver ahora el resultado.

Estoy seguro, sin embargo, de que tras esa expresión impertérrita, Sánchez debe saber ya que ha perdido el apoyo general de la sociedad. Hasta en las cocinadas encuestas del CIS aparece como menos popular que la mayoría de sus ministros, lo que indica un altísimo grado de rechazo. Resulta penoso verlo en esos vídeos falsos jugando a la petanca con jubilados escogidos a la hora de comer, o en actos arreglados para los que la policía ha tenido que acordonar una manzana entera porque si lo dejasen solo en la calle no se libraría de una buena ración de abucheos. Sánchez ya no podría pasear tranquilamente en ninguna ciudad y el intento de recuperar la simpatía perdida a base de apariciones personales no va a funcionar. 

El camino hasta las elecciones se le va a hacer muy largo. Una vez que ha desaparecido de escena el ínclito Iván Redondo, ignoro si ahora hay otro gurú que le está aconsejando este tipo de gestos o si es ya él mismo lanzado a tumba abierta como los ciclistas hacia otra operación como la que ejecutó cuando le defenestraron en el PSOE. La diferencia es que entones estaba precisamente cosechando seguidores entre simpatizantes y los encontró sembrando un discurso radical. No se si de forma activa, es decir tratando de convencerlos, o al revés, adaptando su campaña al tono de los que buscaba como apoyo, porque en el caso de Sánchez no es fácil saber cuando dice la verdad y cuando no. Pero lo que sí intuyo es que ahora también va a apretar su discurso para tratar de empujar a los votantes que no le son favorables a su precipicio particular del extremismo, pero con la diferencia de que en este caso ya se han hecho inmunes a este tipo de insulto, después de haber soportado excesos de descalificación gratuita. De tanto verse acusados de fascistas han acabado por tomarlo como un elogio mientras que muchos de los que fueron sus votantes ya no soportan sus ofensas a la dignidad de las instituciones. 

Es decir que en lo que queda para las elecciones municipales de mayo, probablemente Sánchez va a seguir reforzando sus posiciones en lugar de corregirlas, lo que le puede servir para mantener una parte de sus apoyos, pero no le permitirá en ningún caso ampliar su base electoral. Tendrá seguidores cada vez más convencidos, pero no creo que ensanche en ningún caso el espectro de sus votantes, como demuestra el hecho de que muchos candidatos socialistas prefieren que no se acerque por sus barrios. No es de esperar que se de por aludido ni siquiera en caso de que se produzca una catástrofe para el PSOE. Espera que la presidencia de la UE en el segundo semestre será su clavo ardiendo, su milagro de la suerte. Mi opinión es que se equivoca. Ya veremos.