Opinión
Por
  • Manuel Campo Vidal

Epaña oscila entre excelencia y chapuza

Pedro Sánchez este viernes en Bruselas.
Pedro Sánchez el pasado viernes en Bruselas.
Olivier Hoslet/EFE

Los comensales nos sorprendimos cuando el CEO de una potente empresa elogió la resiliencia de Pedro Sánchez. No parecía que estábamos ante un votante suyo, pero la admiración sonaba sincera. Y eso que aún no se conocía en aquel momento la chapuza de los trenes de Asturias y Cantabria que, de construirse (era solo un proyecto), no pasarían por los túneles. Andan los ingenieros apenados. España forma unos ingenieros de primer nivel. Lo acreditan los que trabajan en Houston, en la NASA; o los que construyeron la ampliación del Canal de Panamá; o los que levantaron torres para cruzar con tendidos eléctricos el Amazonas, un río que en algunos tramos no se ve una orilla desde la otra. O sea, la excelencia. Y junto a eso, algún técnico funcionario que no sabe tomarle las medidas a los túneles. No valdría ni para sastre. Es la clásica chapuza nacional que inmortalizó el genial dibujante Ibáñez en un cómic titulado “Pepe Gotera y Otilio. Chapuzas a domicilio”.

Por más resiliente que sea Pedro Sánchez debe ir con cuidado con el personal de su empresa institucional. Por ahí anda la ministra Irene Montero que no admite errores en su ley del “Solo sí es sí”. Un caso claro de “soberbia infantil”, según diagnóstico de la ex alcaldesa y magistrada Manuela Carmena. Y varios metepatas en su partido y en su gobierno, algunos de difícil cese ya que no estamos, como se publica erróneamente, ante un gobierno de coalición. “Este es un gobierno de cuotas”, advierte Alfonso Guerra. Y pone un ejemplo: “Dimite el ministro de Universidades y la alcaldesa de Barcelona, nombra a su sucesor”. Como tampoco puede el popular Fernández Mañueco cesar en la Junta de Castilla y León a su vicepresidente de Vox, por más líos que le monte.

El presidente Zapatero sabe algo de esto. Ya le iba muy mal con el impacto de la tremenda crisis mundial de 2008 y él se empeñó en no reconocer su existencia. En vez de crisis la llamaba “desaceleración”, “desajuste” y cualquier eufemismo medio ridículo. No contento con esto, se inventó una especie de OCAP, acrónimo de Oficina de Cabreo del Personal (el nombre es nuestro). Recuerden: la OCAP de Interior se gastó un dineral para cambiar las señales de velocidad máxima en carretera rebajándolas de 120 kilómetros por hora a 110. Y cuando la tarea estaba lista, se gastó otro dineral en devolverlas a 120, como estaban meses atrás. La OCAP de Sanidad y Consumo obligó a todos los bares y restaurantes de España a hacer obras para separar una zona de fumadores de otra de no fumadores. Muchos empresarios pidieron créditos para la obra y el equipamiento audiovisual y de climatización en los dos ámbitos. Y cuando ya estaba todo listo, decretó que no se podía fumar, ni en los reservados correspondientes. Un manual de despropósitos, los de la OCAP, que garantizaron la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. Ya iba a ganar, pero quizás no por tanto.

Vayan de paseo por la zonas rurales de España y pregunten por el lobo y otras especies protegidas, para tener una versión actual del trabajo de las OCAP, devastadoras del voto socialista. Solo sus adversarios niegan la resiliencia de Pedro Sánchez, o sus logros en Europa en relación con los fondos de recuperación, el tope del gas o la excepción eléctrica ibérica. Pero la brigada legislativa y ejecutiva de Pepe Gotera y Otilio, anda suelta; y le puede arruinar su horizonte de reelección.