Opinión
Por
  • Enrique Pueyo García

Si olvidamos al paisanaje, tendremos un jardín sin rosas

Vista de algunas montañas del Pirineo Aragonés.
Vista de algunas montañas del Pirineo Aragonés.
S.E.

HACE unos días, el expresidente del Gobierno de España Felipe González hablaba en una jornada sobre incendios de la problemática de los fuegos en los bosques y su magnitud cada vez más significativa. Allí introdujo estas dos palabras: ‘paisaje’ y ‘paisanaje’, equiparándolas en importancia.

Y señalaba que la administración ha olvidado la gestión que siempre han hecho las personas que viven en zonas de montaña para prevenir estos desastres. Si tenemos el paisaje que tenemos, es porque el paisanaje ha contribuido a que así sea. Los bosques estaban más cuidados décadas atrás por el uso que hacía la gente que vivía en esos lugares, pero la despoblación del mundo rural y el cambio en las actividades tradicionales están haciendo que esa gestión del monte haya quedado muy diezmada.

Quiero enlazar esta cuestión con los proyectos que se están demandando desde las diferentes comarcas de nuestra provincia. Pues sabiendo lo que ha sucedido con la gestión del monte obviando al paisanaje, no podemos volver a cometer los mismos errores. No se puede dejar a un lado a quienes habitan el territorio a la hora de plantear las propuestas que se quieren desarrollar en el espacio que ellos habitan y, sobre todo, cuidan.

Todas las opiniones son válidas, pero las decisiones que se tomen, no condicionan a todos por igual. Nadie quiere que su territorio se llegue a despoblar, que las casas de sus pueblos se caigan por la falta de habitantes, que donde antes había vida haya silencio. Todas las sociedades quieren prosperar y las del mundo rural también. Como digo, las exigencias son máximas en estos espacios, los menos poblados. Mientras en otros con más habitantes prima el “todo vale”, todo está permitido y las medidas o exigencias se reducen; en los lugares de montaña ocurre todo lo contrario: las medidas se endurecen, los plazos se alargan en el tiempo y las cuestiones técnicas más complicadas. Hay muchos ejemplos de ello. 

También del avance que habría supuesto en el territorio la puesta en marcha de iniciativas que no llegaron a materializarse a causa de esas trabas. Territorios que se han visto siempre relegados a aceptar los proyectos impuestos desde esos núcleos más poblados, y que pocas veces tienen la oportunidad de proponer y desarrollar sus propias ideas. Porque cuando eso ocurre, parece que solo se encuentren piedras en el camino. 

También por suerte tenemos ejemplos de todo lo contrario. Ejemplos que demuestran que las ideas que parten del territorio son buenas, aportan valor a los habitantes y empresas que allí se ubican. No imagino cómo habría sido el desarrollo urbano de diferentes regiones sin la energía que se genera en el Pirineo. Los municipios productores, aquellos donde se instalaron las centrales, de nuevo se encuentran con las mismas piedras: nunca han tenido esa restitución territorial ni económica. Si siempre hay que trabajar por el interés general, ¿cuándo lo será el Pirineo y las personas que allí habitan?

Nadie ama tanto su pueblo como sus paisanos. Por eso debería haber más comprensión y actitud activa de escucha cuando se proponen ideas desde el territorio. Estamos hablando de zonas que tienen muchas dificultades para que la población se mantenga, pero que quieren seguir vivas.

Por supuesto, como en todos los proyectos, cumpliendo con la normativa en vigor, y sobre todo cuando se habla del medio ambiente. Pero también, no olvidemos, es cierto que siempre la ley es más restrictiva en las zonas de montaña por conservar el paisaje que en otros lugares. Pocas veces la ley piensa en el paisanaje y en ese trabajo que realiza desde hace cientos de años para conservar el paisaje. No se puede cuidar el jardín descuidando al jardinero, porque al final nos quedaremos sin la belleza del primero y sin la presencia del segundo..

Cuidemos nuestro territorio, nuestras montañas, nuestros bosques, nuestros valles, pero también cuidemos a la gente que allí vive. Y respetemos sus ideas, propuestas o proyectos. No hay paisaje sin paisanaje, no habrá rosas en el jardín sin alguien que lo cuide

Alcalde de Aínsa