Opinión
Por
  • Rafael Torres

La vejez de Podemos

Yolanda Díaz en el acto Empieza todo de la plataforma Sumar, en el que Díaz presentó su candidatura para la presidencia del Gobierno.
Yolanda Díaz en el acto Empieza todo de la plataforma Sumar, en el que Díaz presentó su candidatura para la presidencia del Gobierno.
EFE

Podemos, el joven que venía a hacer el relevo generacional de la izquierda, se quedó viejo enseguida, y ahora el relevo se lo han hecho a él. Son tantos los factores que lo han producido, unos relativos al momento político y social, otros relacionados con las pugnas de poder en las covachuelas partidarias, que éste del relevo generacional podría ser tildado de menor o de irrelevante, pero en política lo generacional, que no tiene que ver con la edad de sus protagonistas y sí con la tendencia de éstos y de sus propuestas a añejarse o a mantenerse lozanos, tiene su importancia.

Si no enteramente viejo, Podemos ya nació a avanzada edad, esto es, su credo, sus eslóganes, sus liturgias, hasta sus cánticos, extraídos del folclore internacionalista y contestatario sesentero. Jóvenes eran sus inventores, según la fecha de sus nacimientos inscrita en el carnet de identidad, pero el populismo que exudaba el invento por todos sus poros, antiguo como el mundo, llevaba estampada una pronta fecha de caducidad, pues lo antiguo, como lo moderno, como todo, está condenado a caducar, si bien no siempre a la velocidad que lo ha hecho ese partido que ha sucumbido a la mística imprecisa del relevo generacional en fondo y forma, sobre todo de formas, que encarna Yolanda Díaz.

Diríase que, desde su génesis y pese a todo el aparato asambleario de que se revestía, Podemos era como una compañía teatral en la que todos querían ser el galán y la dama joven, pero en la que esos papeles estelares se los tenían apalancados de antemano quienes, a la postre y por esa razón, se han quedado solos en el teatro, el uno entre bambalinas aferrado al cadáver de los fugaces éxitos de antaño, la otra haciendo y diciendo disparates desde el escenario de un ministerio de Igualdad que turba y sonroja a derecha y a izquierda. Yolanda Díaz, que tiene toda la pinta de ser más lista que el hambre, ha tomado nota y, pasando de compañías y de gaitas (lo de “sumar” es un decir), se presenta abiertamente como el galán, como la dama joven y como el resto del reparto. Dice que va a por la presidencia del Gobierno, y, cuando menos, no llama a engaño a nadie.

Ya se verá en qué para ésto, éste relevo, pero, de momento, habrá que celebrar la novedad de la irrupción, al frente de ese espacio político, de una persona fresca y educada. El antiguo galán y la antigua dama joven de eterno ceño fruncido envejecieron deprisa y mal.