Opinión
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  • Diario del AltoAragón

Del baile al Monegros Desert

El público llenó los más de 100 m2 de desierto y disfrutó de una gran experiencia musical
Asistentes a la edición de 2022,
S.E.

CON UN NUEVO ESCENARIO y hasta una estación de autobuses temporal, se prepara la próxima edicion del gran festival del desierto, el Monegros Desert, que se ha convertido en un lugar de culto y peregrinación. Ahí está en la actualidad, pero su historia se remonta al siglo XIX, con los antepasados de Juan Arnau que apostaron por el negocio del entretenimiento entre las fincas de labor. Es la que cuenta el precursor del citado festival y de la discoteca de Fraga Florida 135 en el libro ‘Bailar en el desierto’, con un título muy evocador pero que al mismo tiempo recoge la esencia de la historia de su familia, que le sirve de hilo conductor para retratar la evolución del entretenimiento en este país. Su abuelo José Satorres (Fraga, 1845) se negó a seguir cultivando la tierra y abrió el Café Josepet, germen de la Florida 135, del Monegros Desert Festival y de el Row. Entre medias, hubo teatro, cabaret y el primer cine de la localidad, donde los fragatinos descubrieron el séptimo arte. Siempre han estado a la vanguardia, de forma que los vecinos no tenían que desplazarse a las grandes capitales como Barcelona -por su proximidad- para disfrutar de las mejores películas, orquestas o Dj, si no que más bien el fenómeno se produjo al revés, ya que han movilizado cientos de autobuses desde grandes capitales para disfrutar de la electrónica y de la noche fragatina.

Pero no todo fue tan sencillo y la historia de la familia está salpicada de circunstancias complicadas que les llevaron al borde de la ruina. Con todo, el amor a sus raíces han hecho que la familia Arnau siga apostando por Fraga, demostrando que desde un pueblo se pueden hacer proyectos internacionales: 60.000 espectadores en el Monegros Desert.