Opinión
Por
  • Joaquín Callabed, De la Real Academia de Medicina de Zaragoza

Por qué son necesarios los médicos humanistas

Lo primero que debemos hacer ante una sospecha de SIBO, es consultar con el médico.
Médico en una consulta.
Freepik

Comienzo con esta cita del doctor Fernando Solsona: “Ser humanista consiste en que cada uno sea más cosas de lo que es, que se cultive en otras disciplinas para mejorar en la propia”. Recuerdo cuando estuve en Madrid impartiendo una conferencia en la Real Academia Española de Doctores, en el Salón de Actos de la exquisita biblioteca del marqués de Valdecilla. A la salida alguien me preguntó: “¿Qué es un médico humanista?, ¿humano?, ¿humanitario?”.... Es una palabra pronunciada por muchas personas con significados diferentes. Es un término que tiene muchas variantes y en la medicina alcanza unos matices particulares.

Ser humanista no es solamente saber lenguas muertas y a través de ellas las cosas muertas. Cuando se aplica a los médicos, recoge las vibraciones de la profesión porque debe estar el diálogo con la vida y saber recoger en la escudilla de su experiencia, esa única gota de sabiduría que la vida destila cada jornada. El humanismo, como decía Marañón, “es más gesto y conducta que en su sentido estricto saber”. Se puede ser humanista con briznas de cultura antigua, con tal de que los poros del alma sean permeables a los sentimientos de comprensión, generosidad, tolerancia, que caracterizan en todo tiempo a los hombres impulsores de la civilización.

El humanismo es la voluntad y la disposición queridas para tratar de comprenderlo todo y, por consiguiente, para no seguir a ninguna doctrina particular, ni siquiera a la que pudiera parecernos más próxima a la verdad.

Ser humanista es comprender al ser humano; comprenderle, que no es tanto conocerle como disculparle; y, por lo tanto, amarle; porque a nadie se ama más que a aquel a quien se tiene que perdonar algunas cosas. Un tinte humanista es conveniente en el ejercicio diario de la medicina, dominada en algunos campos por el economicismo como panacea de todos los males o por el “avanzado aparato para diagnosticar”, que cumple una gran labor, pero no toda la labor.

El humanismo no excluye ninguna técnica, las amplía todas en bien del enfermo. La salud es el valor principal contra el economicismo a ultranza que degrada el concepto. Platón decía en su Carmides que “no se puede sanar el ojo sin sanar la cabeza, no atender el cuerpo prescindiendo del alma, ni dar medicamentos sin los bellos discursos que los hagan eficaces”.

El médico humanista no es solamente un técnico en salud. Todo lo orgánico es humanamente psíquico y todo lo psíquico y todo lo psíquico humanamente orgánico. Además de los conocimientos médicos científicos, debe ser intelectualmente ambicioso para conocer todo lo relacionado con la actividad y la vida del hombre: literatura, historia, sociología, antropología, bioética, filosofía.

En cada tratamiento médico, el profesional crea una obra nueva que tiene vinculaciones con todos los dominios de la ciencia y de la vida y, por tanto, del arte, de la filosofía, de la religión. ¿Hay más bella profesión sobre la Tierra?