Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

El fin del PSOE constitucional

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este jueves en el desfile del Día de la Fiesta Nacional en Madrid.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
EFE

Pues me equivoqué con Pedro Sánchez y también me he equivocado respecto a los militantes del PSOE. De Sánchez nunca pensé que sería un personaje con tan pocos escrúpulos, quiero decir, sin ningún escrúpulo. No me cabía en la cabeza que un ser racional y mínimamente respetuoso con algún principio ético pudiera ser tan desaprensivo respecto a sí mismo y a todo lo que había pregonado públicamente como sus convicciones. Todo falso. De apoyar con entusiasmo la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña a acabar humillándose no solo perdonando sino premiando con dádivas a los que obligaron a hacerlo, para que aquellos con los que dijo que no pactaría jamás le permitan seguir en el poder. La lista de falsedades de este embustero es tan impresionante que no caben ni en todo el periódico. El otro día fue capaz de pronunciar por la mañana un discurso de apoyo a la Monarquía durante la jura de la Princesa Leonor y por la tarde hacer negocios amistosamente con los que acababan de decir que se proponen derrocarla. Lo dicho, no tiene límites y ahora mismo está donde ha estado siempre, intentando engañar a todo el mundo al mismo tiempo.

Tampoco esperaba lo que ha pasado con los militantes del PSOE. El falsario les dijo que la amnistía no podía aprobarse porque era inconstitucional y le votaron. Ahora les dice que la amnistía es imprescindible y le siguen apoyando. Me recuerda el episodio final del que fue muchas veces presidente dominicano, Joaquín Balaguer, que cambió tantas veces de partido que al final sus seguidores optaron por crear uno que se llamó “Lo que diga Balaguer”. El PSOE de hoy se puede llamar “Lo que diga Sánchez” dado que sus simpatizantes están obligados a comerse con patatas sus propias palabras, tantas veces como el jefe cambia de opinión, un envilecimiento que ministros y ex ministros asumen con una sorprendente naturalidad. La mayoría de los militantes han participado en una consulta trampa en la que Sánchez les pedía literalmente carta blanca para hacer lo que quiera y, aún sabiendo de qué va el percal, le han dicho con entusiasmo búlgaro que sí, que haga lo que quiera, que “de la necesidad virtud”, que traducido quiere decir que el fin justifica los medios.

Los que han participado en esta consulta (salvo que también los resultados sean falsos, que no se puede excluir teniendo en cuenta el personaje) serán tan responsables como él de lo que vaya a suceder. Y los que no han participado también, porque tenían la oportunidad de haberlo denunciado y se han quedado callados. Sánchez ha convertido a los militantes socialistas en cómplices de una deriva que si tiene éxito desembocará en un régimen totalitario, donde todo el poder queda en manos de un tipo que decide a su antojo y miente cuando le conviene. Ya no saben cuando una cuestión hay que apoyarla o rechazarla o las dos cosas sucesivamente, porque Sánchez “cambia de opinión” a su antojo, ahora con el único objetivo de que no gobierne la derecha, es decir, que no gobierne nadie más que no sea el PSOE. Y si todo vale para impedir que haya una alternancia en el poder me pregunto seriamente si no es eso el germen de una dictadura. Cualquier cosa es cualquier cosa. Se han pasado sin solución de continuidad todos los límites que el propio Sánchez había fijado y ya no sabemos cuales más se van a traspasar en nombre de ese objetivo superior que es el de no permitir que nadie le saque del poder. Eso significa que está dispuesto a hacer todo lo que nos imaginamos y lo que ni siquiera nos imaginamos, para salirse con la suya. Que nadie diga después que no se podía prever porque con lo que hemos visto hasta ahora, hay pruebas de sobra para temerse lo peor si Sánchez gana este pulso. En mis tiempos de corresponsal en la zona asistí a la creación de la dictadura que construyó Hugo Chavez en Venezuela y puedo confirmar que el riesgo de que sigamos el mismo camino es más que real.

Quedan las excepciones que ya conocemos y que casi siempre son los históricos de aquel PSOE constitucional que muchos añoramos. Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, José Luis Corcuera, Ramón Jauregui, que han hecho al menos un pequeño y discreto esfuerzo por alertar a sus camaradas de partido sobre el riesgo al que están sometiendo las estructuras del Estado. Supongo que habrá muchos más que no son conocidos y que se han dado cuenta de lo que está pasando, pero por desgracia todos dicen esto después haber votado a Sánchez, que es la causa principal de que estemos todos en este aprieto. Cuando esto termine, que terminará aunque no sabemos cómo, el camino del socialismo español para reconstruir todo lo que ha destrozado Sánchez será largo y difícil. Este PSOE tirado al mismo monte donde están los peores ingredientes del panorama político español tendrá que buscar un camino para volver a ser una opción respetable. Y no será fácil.