Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

Antecedentes de nuestra Europa

El Parlamento Europeo se prepara para las elecciones
El Parlamento Europeo.
EFE

La I Guerra Mundial fue el pecado original de Europa. Sin ese conflicto y la paz terrible que siguió, todo hubiese sido diferente. Acabada esa guerra en 1918, los vencedores impusieron a Alemania condiciones de paz muy duras. En 1920, el Tratado de Versalles impuso a Alemania pagar con grandes sumas de dinero los daños a los aliados. Alsacia y Lorena pasaban a Francia, se le arrebataban sus colonias africanas y se le exigía tener un ejército de solo 100.000 soldados, sin artillería pesada, marina ni aviación. Obligaciones que quizás allanaron el camino para que Hitler se hiciera con el poder décadas después. En 1923 Alemania suspendió sus pagos a Francia, que invadió la cuenca del Ruhr y más tarde, ante la imposibilidad alemana de pagar la deuda, su cuantía fue rebajada.

La II Guerra Mundial involucró a la gran parte de las potencias de la época. Se la considera la guerra más dramática de la historia contemporánea, debido a las poblaciones involucradas, sus dimensiones territoriales, la cantidad de armamento y sus consecuencias. Se produjeron sucesos traumáticos como las muertes masivas en campos de exterminio y de trabajos forzados, como el “Holocausto”, o la utilización de armas nucleares sobre una población en Hiroshima y Nagasaki.

Las causas de esta guerra pueden resumirse en las duras condiciones del tratado de Versalles, el surgimiento del nazismo y el fascismo, las tensiones chino-japonesas y la invasión alemana de Polonia. Cuando Hitler pactó con la URSS repartirse Polonia, las naciones occidentales europeas le declararon la guerra, dando inicio al conflicto.

Las consecuencias de la guerra supusieron la devastación casi total de Europa, el inicio de la Guerra Fría, la descolonización y la muerte de unos 60 millones de personas, además de la división de Alemania, cuyo territorio pasó a control de los países aliados y de la URSS, que dividió al país en dos naciones: la República Federal, con sistema capitalista y bajo control norteamericano, y la República Democrática, bajo la administración soviética. Alemania volvería a unificarse en 1991, tras la caída del muro de Berlín.

El Plan Marshall, vigente entre 1948 y 1951, años en los que EEUU desembolsó enormes cantidades de dinero, supuso una importante mejora de la situación en Europa. Los países beneficiados fueron Grecia, Turquía y todos los de Europa Occidental, con excepción de la España franquista. El Plan serviría también para contener la influencia soviética en Europa Occidental, y la URSS impidió que los países de Europa Oriental participaran. El Plan impulsó la reactivación económica europea y sirvió para absorber los excedentes de producción de EE.UU., que necesitaban mercados.

El Plan impulsó la unificación europea al crear instituciones supranacionales, como la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que fue la «semilla» de la actual Unión Europea. Agrupaba por primera vez a Francia y Alemania junto a los países del Benelux e Italia; seis miembros iniciales cuyo principal cometido fue crear un mercado común. La CECA se extinguió en 2002 y sus competencias quedaron integradas en la Comunidad Europea, germen de la actual Unión Europea, constituida en 1993 mediante el Tratado de Maastricht. Los intercambios comerciales favorecieron la creación de la OTAN y supusieron el debilitamiento de la economía argentina, cuyos productos agrícolas y ganaderos fueron excluidos deliberadamente de los que podían comprar los países europeos que se adhirieran al Plan. La UE es la respuesta adecuada a la globalización para afrontar los riesgos y está en mejor situación que nunca para defender los intereses nacionales de lo que jamás estarían las naciones por sí solas. Ahora, la guerra de Ucrania ha supuesto el despegue geopolítico de Europa y la conciencia de que es esencial tener poder en un mundo cada vez más agresivo.

En “La Internacional” se cantaba y aún se canta, pero menos:” Agrupémonos todos en la lucha final. El género humano es la internacional”. Toda la humanidad; una aspiración utópica. Un idealismo, como muchos, sentimental, que tomó forma en la Rusia zarista, con la población secularmente sometida. Aquella “lucha final” impaciente acabó por provocar grandes desastres dentro y fuera del territorio de los soviets. Con ello enseñó al mundo que el camino hacia aquella utopía solo puede recorrerse paso a paso, con reformas que serán revolucionarias en la medida en que contribuyan a configurar un mundo lo más cercano a aquella utopía. Reformas revolucionarias que se desarrollarán durante décadas o siglos, pero que avanzan a pesar de las resistencias conservadoras o populistas. Entre ellas, los derechos de las mujeres, las etnias, los dioses, las religiones y sus dogmas, la educación en valores comunes laicos y universales... Por ejemplo: La igualdad de derechos de la mujer con los hombres en algunos países tardará mucho en producirse, pero avanzará mientras tanto, lo mismo que las otras cuestiones citadas. Para irlo logrando son indispensables, además de la ONU, instituciones internacionales como el Tribunal de Derechos Humanos.

En otro nivel más asequible y a menor plazo evolucionan, además de otros problemas, las energías hacia precios mínimos y los horarios o los tipos de trabajo, cada vez menos duros. En lo económico esperamos que desaparezcan los paraísos fiscales, verdaderos agujeros negro de la economía global, que en España suponen dejar de recaudar, solo en el Impuesto de Sociedades, el 16% de los tributos, una cifra que permitiría financiar el ingreso mínimo vital o duplicar el dinero destinado a becas y ayudas a la educación.

Para terminar, en lo territorial ha sido un hecho relevante la creación de la Unión Europea, la mejor respuesta al totalitarismo y el mayor logro institucional del ser humano, a la que nos referiremos en un próximo escrito.