Opinión
Por
  • Fernando Jáuregui

Empieza el Gobierno de Sánchez ‘investido’; ¿un nuevo Sánchez?

Rueda de prensa tras el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno.
Rueda de prensa tras el primer Consejo de Ministros del anterior Gobierno de Sánchez.
EFE

SÁNCHEZ ha sacado adelante -y cómo la ha sacado- ‘su’ investidura. Un proceso, la verdad, lleno de irregularidades, inédito en los anales de nuestra política, pletórico de trampantojos, medias verdades y silencios completos. Un tramo para olvidar, ya que no para pedir el libro de reclamaciones. Tiene el presidente ante sí ahora una nueva etapa: la de investido. Afrontar una legislatura que no hay un solo comentarista que no piense que va a ser cuando menos agónica. Iré un poco más lejos: así, tal y como planteó su vía crucis hacia la investidura, no puede seguir. Así que algo habrá de cambiar en sus actitudes, en sus actuaciones y hasta en el rumbo del barco. Menos muros. ¿Habrá entendido el mensaje o más bien lo confundirá?

Sánchez supuestamente medita estas horas algo que yo sospecho que ya tenía decidido: la composición de su nuevo Consejo de Ministros. Serán, presumiblemente, menos de los 22 actuales, lo que, unido a la cuota que la vicepresidenta Yolanda Díaz dice que le corresponde a Sumar (cuatro o cinco carteras), hará que Sánchez tenga que ‘despedir’ a algunos, bastantes, de sus fieles compañeros de Gabinete. Pero sin dramas: hay muchas maneras de compensar a los cesados, vía Boletín Oficial del Estado o por muchos otros caminos. No haré quiniela de ‘ministrables’, porque los periodistas solemos equivocarnos en un porcentaje excesivo en nuestras apuestas, y estos errores divierten enormemente, me consta, a la única fuente de todo poder, el presidente. Así que desde aquí no voy a darle el gusto. Solo espero, eso sí, que corrija disfunciones, suprima ministerios innecesarios, coordine mejor al elenco ministerial (algunos ministros han acabado sin hablarse con otros, e incluyo a dos vicepresidentas en esta nómina) y olvide ‘muros’ y otros pavorosos anuncios que nos hizo en su temible discurso de investidura.

Ya digo que espero que el PSOE/Sumar, que no son tan distintos al fin y al cabo, tendrán que variar sensiblemente sus comportamientos ‘belicosos’ para con ‘la otra España’. Y un buen indicador será la elección de su Ejecutivo: nada de regalos y cesiones a la veintena de partidos que sostendrán al Gobierno en una Legislatura que durará lo que dure, pero difícilmente podrá cumplir, sospecho, los cuatro años de duración legal máxima.

Sí me gustaría soñar con que esta Legislatura sea la de las grandes reformas, la que certifique que España ingresa en el ranking de los países más modernos, avanzados y democráticos, superados sus problemas territoriales e institucionales. Para ello se hacen precisos enormes cambios, ‘consensuados de manera transversal’, en las leyes (empezando, sí, por la Constitución, que no debe ser, como sugiere Sánchez, ‘interpretable’, sino flexible y actualizada) y en las mentalidades: el ‘frentismo’, tan abundantemente expresado por el propio Sánchez en sus últimas intervenciones públicas, habría de quedar olvidado para propiciar un acercamiento entre las dos grandes formaciones nacionales.

Es esta una tarea en la que tendrá que colaborar desde su liderazgo de la ‘otra’ España, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ayer hermético sobre sus planes para renovar la dirección de su partido, sobre lo que se le preguntó en un acto en el que el expresidente Mariano Rajoy atacó con dureza en él inusitada la deriva política emprendida por Sánchez. Estuvo Rajoy mucho más tajante en su crítica a Sánchez de lo que casi nunca lo haya estado Feijóo, que me parece que intuye que para consolidar sus posiciones, él también tendrá que cambiar muchas cosas en su partido y en las áreas de influencia del mismo. Y supongo que comprende que a los españoles no nos importa la mayor o menor antipatía que personalmente le despierte Pedro Sánchez, y viceversa. Tienen, insistamos una vez más, que entenderse.

Nos hallamos, pues, ante una reestructuración importante de las instancias directivas en la política de nuestro país. Tanto el Gobierno como el principal partido de la oposición van a experimentar cambios que, confiemos, se orienten a manejar mejor que hasta ahora las grandes transformaciones que nos vienen, entre ellas el declive imparable de las formaciones ‘extremas’, Vox y Podemos. Una nueva realidad, más -aunque no del todo- bipartidista se impone, con permiso, claro, de los secesionistas catalanes (y en menor medida vascos), con los que las relaciones de cuasi vasallaje que actualmente soporta Sánchez sospecho que van a evolucionar sutilmente. Ya digo: a ver si Sánchez y Núñez Feijóo, que siguen siendo, o deberían seguir siendo, los dos políticos más importantes del país, entienden el mensaje. Empieza el partido.