Opinión
Por
  • Manuel Campo Vidal

Un 2024 mezcla de guerras, elecciones e inestabilidad

Rueda y Feijóo este domingo en La Coruña.
Rueda y Feijóo este domingo en La Coruña.
EFE / Brais Lorenzo

SI SERÁ intenso el 2024 en elecciones, que se vivirán como partidas simultáneas de ajedrez. Tomemos una fecha: el 18 de febrero. Ese día, elecciones en Galicia, con repercusión para toda España; además, comicios municipales en República Dominicana, antesala de las legislativas y presidenciales de mayo; más primarias en Estados Unidos en esos días para elegir candidatos a la Casa Blanca con Donald Trump arrollando. Y rebuscando en Asia y Oceanía, comicios también estas semanas.

En España la batalla gallega es de gran impacto. Si se reelige el popular Rueda, algo muy probable, será un éxito para el líder popular y anterior presidente gallego Núñez Feijoo; aunque sus adversarios internos alegarán que sus mayorías absolutas eran mérito del poderoso aparato electoral del PP allí y no tanto suyas. Si no obtuviera la absoluta, Rueda no gobernaría dejando paso a la nacionalista Ana Pontón, ya que los socialistas, aunque con un buen candidato de última hora, Gómez Besteiro, arrastran un partido dividido. Pedro Sánchez les llevó este fin de semana la importante conferencia del PSOE a Coruña, para reactivar su campaña.

Todas esas partidas electorales se jugarán con la mirada puesta en otros tableros. Atentos, por ejemplo, a Ecuador, donde han asesinado al fiscal que investigaba el asalto a una emisora de televisión, como respuesta a la guerra declarada a las mafias por el joven presidente Daniel Noboa. Y a la frágil democracia de Guatemala donde el presidente progresista Bernardo Arévalo tuvo que esperar diez horas para tomar posesión. Y con él, todas las autoridades del mundo que le acompañaban, incluido el rey de España, Felipe VI, porque un “golpe judicial” pretendía parar la asunción de poderes. En dos líneas telefónicas distintas, los amotinados de la Fiscalía sentían la presión del narco en una y de los Estados Unidos en la otra. La vicepresidenta de la Internacional Socialista, la española Hana Jaloul, vivió aquel dramático episodio: “Fue increíble, pero, por fin. la democracia comienza a encontrar su sitio en Guatemala”. Así sea.

El complejo tablero internacional se agrava todavía más en cuanto se mira a Oriente Medio, sin olvidar a Ucrania. No solo es la cruel guerra en Gaza, que Netanyahu no está dispuesto a parar, porque si se para se cae él, sino la peligrosa extensión hacia otros países del area. Primero, los bombardeos angloamericanos sobre Yemen para debilitar a la guerrilla huthí que asalta buques en el Mar Rojo y amenaza una ruta clave para el comercio mundial. A continuación, la entrada en escena de Irán con intervención puntual en Irak y Pakistán, con respuesta militar de advertencia. Ya no estamos en el símil de partidas simultáneas de ajedrez, sino más bien de la caída en cascada de las fichas del dominó. Difícil control.

En ese cuadro tan inquietante, aparece Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, para denunciar que Israel apoyó a Hamás para debilitar a Palestina en su intento de construir un nuevo estado. Borrell, que de joven pasó una temporada en un kibutz, y no es sospechoso de ser anti israelí, es considerado por los sectores democráticos de ese país como un aliado a su causa. La solución se sabe desde hace tiempo: construir un estado palestino junto al estado hebreo y trabajar la convivencia. Pero cualquier avance en esa dirección siempre es boicoteado por los radicales, Hamás principalmente. Y, como se denuncia ahora, con apoyo de los radicales israelíes financiando indirectamente a los terroristas. Los extremos se realimentan en el fomento de la violencia. Menudo comienzo de año.