Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

Leer para pensar, para comprender

La lectura
Encuestas recientes hielan la sangre, un 40 % de los españoles jamás ha leído un libro.
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En una viñeta de El Roto, un matrimonio conversa. “¿Qué haces? /...estoy pensando.../ ¡Por Dios, Mariano, no hagas locuras!”. El entrenador de un equipo masculino de fútbol de primera división acaba de manifestar su decepción al descubrir que ningún jugador de su plantilla lee habitualmente, lo que debe suponer que de literatura, nada. Grave limitación que tal vez no se dé en los equipos femeninos. Son vacíos culturales en personas cuya actividad profesional dura sólo unos años. ¿Con qué enriquecerán el resto de su vidas? Encuestas recientes hielan la sangre, un 40 % de los españoles jamás ha leído un libro y un 17,1 % ni estudia ni trabaja. Aumentan las personas alfabetizadas y la gente que no entiende lo que lee. Hay un conocimiento de la realidad que solo se adquiere con la literatura.

En el Manifiesto de Liubliana que cita Elvira Lindo, redactado por profesores de universidades europeas, se defiende la necesidad de la lectura que solo los libros pueden aportar. La lectura que no exige atención plena tiene la fatal consecuencia de robarnos la posibilidad de tener una opinión propia. Si nuestra paciencia ya no resiste un reportaje o un artículo de fondo, ¿cómo construiremos nuestras opiniones? ¿Nos adherimos sin fisuras a nuestro grupo? Es algo peligroso en momentos como el actual, en el que deberíamos leer antes de hablar o escribir. El manifiesto se cierra con una cita de Margaret Atwood: “Si no hay lectores y escritores jóvenes, dentro de poco no los habrá viejos. La cultura de la palabra escrita habrá muerto, y con ella, la democracia”. En un mundo tan belicista no podemos dejar a nuestros niños desarmados de palabras.

La lectura abre horizontes, iguala oportunidades y construye una sociedad mejor. Se trata de perder el miedo a pensar. Lo que impide hacerlo es la tendencia a guiarse por certezas, el miedo a lo desconocido. Creer que el mundo es de una única y determinada manera y que nada puede cambiar es la raíz del fanatismo. Se puede y se debe cambiar, la humanidad lo ha hecho a lo largo de los tiempos. Si recuperamos el hábito de pensar podremos comprender los tiempos que vivimos, su relación con otros momentos y ser responsables de lo que dejamos a los que vienen. Desarrollar la sensibilidad para la compasión humana implica conocer otras culturas, haber leído novelas, visionar películas que preparan el camino para el respeto y la imaginación. Cultivar el “desplazamiento de la mente”. Para hacerlo, necesitamos narraciones que relaten lo que sucede y otorguen sentido a la historia.

Educar a toda la ciudadanía es cuestión previa a toda ley educativa. Lo mejor que podemos dejar a nuestros hijos es la capacidad de comprender, darles el gusto por la lectura es hacerles un regalo para toda la vida. Una fuerza inmaterial rebelde mucho más fuerte que cualquier defensa que pudiera deparársele: dioses, ídolos u otras fantasías. Abrazar alguna duda es el último reducto de la libertad de pensamiento. La Iglesia española tenía un índice de libros prohibidos. Como decía Orwell, “Quien controla el lenguaje cambia el pensamiento de las sociedades”

Así que, compren y regalen libros, porque la lectura abre horizontes, iguala oportunidades y construye una sociedad mejor. 

* Carlos García Martínez es expresidente de la Diputación Provincial de Huesca 1983-1987